« Un guión desgastado, con textos que ya no son identificables. Un objeto maldito erosionado por los vientos del tiempo. »
Los primeros habitantes de Mondstadt tenían la tradición de erigir teatros en la cima de acantilados ventosos para complacer a los dioses.
Los rituales se llevaban a cabo en forma de obras de teatro, pues se creía que a los dioses les gustaban los cuentos y las canciones.
Tras resistir el paso de tantos milenios, el guion es ilegible a día de hoy.
Hace mucho tiempo, se libró una guerra entre el Rey de la Tempestad y el Rey lobo del Norte. En esa época, Mondstadt estaba envuelto en una ventisca que parecía una tormenta de arena.
Un grupo de gente que ya no podía soportar más el frío construyó un santuario en lo alto de un acantilado en el este. Allí, rezaron por misericordia y protección divinas.
El viento siempre sopla en el presente, pero los estragos del tiempo son eternos, incansables e ineludibles.
El dios de los vientos podrá moverse entre las páginas de un libro, pero, al final, es el despiadado dios del tiempo el que las desgasta hasta que no queda una sola palabra legible.
Sin embargo, la erosión del tiempo y del viento suele hacer mella en el corazón.
Quizás por eso las generaciones posteriores asumieron que el santuario había sido desde siempre un lugar de sacrificios para el viento.