Un samurái errante de Inazuma que actualmente se hospeda en la Flota Crux Meridianam de Liyue. El corazón de este amable y libre joven encierra muchas cargas del pasado.
Kazuha es un joven de piel clara. Su cabello es de longitud media, parte de él atado en una cola de caballo, y rubio platino, aparte de una raya de color rojo anaranjado sobre su ojo derecho. Tiene los ojos rojos con un poco de amarillo en la parte inferior.
Su atuendo tiene patrones de hojas de arce que son el sello distintivo de su atuendo de samurái errante. Consiste en una camisa gris y pantalón marrón con un drapeado negro que cubre la mitad izquierda de su cuerpo con su Visión Anemo clavada detrás. Tiene una placa de hombro de samurái sobre su hombro izquierdo y su mano derecha envuelta con vendas, presumiblemente para darle agarre y fuerza adicionales. Viste pantalones rojos con un diseño de hoja de arce y sandalias negras con medias rojo oscuro y rodilleras negras que cubren desde las rodillas hasta casi todo el camino hasta los pies.
Según Beidou, Kazuha es una persona a la que ocasionalmente le gusta hablar mucho. A Kazuha le gusta escribir haikus durante su tiempo libre. Debido a que Beidou lo acogió cuando huía de Inazuma, está agradecido con ella.
En comparación con los otros clanes de Inazuma, Kazuha prefiere salir y viajar en lugar de quedarse en casa, algo que pudo hacer después de la toma de la casa de su clan debido a la falta de riqueza. El tiempo que pasa al aire libre lo pone en sintonía con la naturaleza y el viento, pudiendo «oír» y «oler» todo lo que le rodea con absoluta claridad. Esto le permite sentir el peligro, leer a las personas y localizarlas en un instante, sin importar lo bien que intenten ocultarlo. Debido a esto, prefiere el clima tranquilo y nunca se queda en un área demasiado tiempo, teniendo problemas para dormir para el primero y sus habilidades estancadas para el segundo.
Quizás debido a su afiliación al elemento Anemo, Kazuha cree firmemente en el concepto de libertad, creyendo que todos tienen derecho a sus esperanzas y sueños y que nadie tiene derecho a tomarlos, ni siquiera un dios; por eso se opone a Baal y a quienes la apoyan. A pesar de esto, también deja en claro que reconoce la destreza de los luchadores fuertes, ya que sabe que el duelo de su amigo fue honorable y que la conducta de Baal al matarlo fue justificada.
Como resultado de viajar por todo Teyvat, Kazuha es particularmente aficionado al pescado a la parrilla y se toma el tiempo para terminar las comidas lentamente. Si bien no es particularmente exigente con lo que come, no le gustan las comidas apresuradas.
Tras tantos años navegando por los mares, hace tiempo que los marineros de la flota de guerra Crux Meridianam ya se acostumbraron a tener contacto con lo extranjero, y hasta se enorgullecen de que en el Alcor haya un marinero procedente de otra nación.
El marinero se subió a dicho barco cuando este atracó en el puerto Ritou de Inazuma.
La capitana Beidou era amiga de aquel joven y, cuando llegó a la flota, ella le dijo a su tripulación: «Este muchacho se va a quedar un tiempo en el barco, así que cuidad de él, ¿Eh?»
La tripulación confiaba en el criterio de Beidou y les agradaba el joven de Inazuma, que poseía unas extraordinarias habilidades marciales y era capaz de predecir el clima, así que aceptaron que se subiera al barco a pesar de su reticencia a hablar de sus asuntos personales.
Sin embargo, la tripulación insistía y siempre buscaba razones para interrogarlo acerca de su vida.
«He oído que las espadas que hacen en Inazuma son asombrosas y que, cuanto más importante es quien las empuña, mejor las maneja. ¿Qué tal tus habilidades con la espada? ¿Son buenas?»
«…»
Él siempre contestaba a estas preguntas con un silencio.
Después de varios intentos sin obtener respuesta, los marineros acabaron tirando la toalla.
Unos días más tarde, cuando el Primer Oficial Juza expresó su descontento con la situación, Obtuvo una sorprendente respuesta.
«Eh, tú, el de Inazuma, si no sabemos ni tu nombre, ¿Cómo se supone que debemos llamarte el resto de la tripulación?»
El marinero se limpió el sudor del cuerpo con su mano llena de callos y dijo: «Mi nombre es Kazuha y mi apellido, Kaedehara. Soy un samurái errante que está en deuda con ustedes por acogerme. Pueden llamarme ‘Kazuha'».
Kazuha no es una persona cualquiera, sino el último heredero de los Kaedehara, un antiguo clan de la aristocracia de Inazuma.
En la rica y gran ciudad de Inazuma, cuya forma se asemeja a un bosque de edificios, los Kaedehara fueron un clan extremadamente poderoso. Sin embargo, su suerte no duró para siempre y, cuando Kazuha heredó el deber familiar, su familia ya se enfrentaba a su estrepitoso declive.
El entonces señorito Kazuha no sabía cómo afrontar la situación. Sin embargo, cuando tuvo que declarar la insolvencia de su familia y sus sirvientes lo abandonaron, él suspiró aliviado y aprovechó la oportunidad para convertirse en un espíritu libre y errante.
Su mayor deseo siempre había sido viajar por montañas y bosques y, desde que era pequeño, ya apreciaba más que nadie la belleza y la autenticidad de la naturaleza.
Kazuha consideraba que la naturaleza nunca estaba en silencio, sino que transmitía su estado de ánimo por medio de un lenguaje especial.
Cuando el sonido del viento cesaba y todos los seres se callaban, era una señal de calma antes de que el cielo rompiese a llorar. Por otro lado, el chapoteo de las aguas de los manantiales presagiaba una fuerte conmoción de la madre tierra.
Este es justamente el espíritu poético que la naturaleza le otorgó a Kazuha, quien nunca fue una persona que ansiara el honor. Ahora que ya no tenía que cargar con el peso de su familia, podía comenzar su propio viaje sin apenas tener que llevar nada.
Como una hoja que cae al suelo de un jardín, Kazuha siguió el rumbo del viento para fundirse con el horizonte y comenzar su propio viaje.
Todo viajero debe tener ciertas habilidades de supervivencia y, en el caso de Kazuha, su mayor destreza es saber interpretar las señales de la naturaleza.
Tras abandonar la ciudad de Inazuma, viajó por todas partes y fue viéndolo todo con otros ojos. El cielo, la tierra, las montañas y el mar se convirtieron en su hogar y, cada vez que escuchaba el sonido del viento y el agua, se sentía sumamente feliz.
Pero lo que más anonadado le dejaba era todo lo que veía en sus andanzas. Así pues, anonadado llegó a una colina situada en el sur.
Era el comienzo del verano y las lluvias eran más abundantes, por lo que todo el suelo estaba convertido en un lodazal. Viendo que pronto iba a anochecer, Kazuha decidió buscar algún sitio donde refugiarse de la lluvia. Miró hacia atrás y, al final del camino, vio una cabaña.
En ese momento iba acompañado de un comerciante ambulante que había conocido por el camino, el cual, nada más ver la cabaña, empezó a gritar efusivamente: «¡Mira, Kazuha! ¡Tenemos un sitio donde pasar la noche!»
Kazuha, en cambio, no dijo ni una palabra, sino que estuvo un tiempo escuchando atentamente y finalmente dijo: «Si quieres saber mi opinión, creo que es mejor que no entremos».
El comerciante no estaba dispuesto a calarse bajo la lluvia, así que dejó tirado a Kazuha para ir a la cabaña.
Al llamar a la puerta, lo recibió una hermosa mujer que le invitó a pasar para resguardarse, le sirvió algo de té y comida y le ofreció unas mantas.
Tal vez debido a lo deliciosa que estaba la comida, al comerciante le entró sueño mientras la degustaba y se durmió nada más tumbarse en la cama.
Al despertarse, era la hora del amanecer. Ya no había ningún techo sobre su cabeza y, al iluminar su rostro, los rayos del sol se sentían especialmente cegadores. El único a quien vio fue a Kazuha, que se reía del comerciante con desdén.
Cuando quiso hablar, de su boca salieron un montón de hojas y barro mascados. Tampoco estaba cubierto por ninguna manta, sino por más barro que, además, estaba sucio.
Kazuha se rio y dijo: «Allá donde hay una casa, el sonido del viento es más suave que de costumbre. En esta montaña, el viento sonaba igual que siempre aunque ante nosotros apareció de repente una cabaña. En mi opinión, lo más seguro es que algún tanuki te jugara una mala pasada. En fin, cuando camines por la naturaleza, tienes que prestar atención al sonido del viento y ser mucho más consciente de todo».
A lo largo de sus viajes, Kazuha hizo todo tipo de amigos. Entre ellos, hubo uno con el que tenía una relación más profunda que con el resto, y con quien viajó durante un tiempo.
Sin embargo, ambos tenían un destino diferente, por lo que tuvieron que separarse a medio camino.
Aunque se conocieron por casualidad, se entendían muy bien mutuamente, como si su amistad estuviera predestinada. Kazuha pensaba que, pese a tener que separarse, tal vez volverían a encontrarse dentro de poco.
En cambio, ocurrió algo que lo cambió todo: la Shogun promulgó el Decreto de captura de Visiones, a través del cual juraba cazarlas todas.
Todos los portadores de Visiones, incluido Kazuha, entraron en pánico, ocultaron su identidad y se escondieron por un tiempo.
En ese momento, Kazuha se enteró de una noticia sorprendente: alguien había retado al trono a un duelo, y esa persona no era otra que el amigo de Kazuha.
Si era derrotado, recibiría el castigo de la Shogun, pero aun así, decidió aceptar ese gran riesgo para llegar al trono y no solo derrotar a la poderosa Shogun, sino también para mostrar al mundo lo valiente que era.
Sin embargo, declarar el duelo ante el trono en un momento así… Si perdía, no había duda de que los implacables truenos de la Shogun engullirían su vida.
Esta vez, el siempre sereno Kazuha no pudo mantenerse en calma y se dispuso a entrar en Tenshukaku blandiendo su espada. Sin embargo, cuando llegó, ya era demasiado tarde…
Su espada se rompió, su Visión se convirtió en una cáscara y, tras huir de la ciudad, el shogunato puso una orden de arresto contra él.
Desde entonces, estuvo inmerso en una pelea tras otra y su vida ya no volvió a ser tan tranquila como antes.
Kazuha no temía pelear, pero los combates sin fin hacían que se sintiera perdido.
No se arrepentía de haber intentado salvar a su valiente amigo, ni tampoco lo culpaba por haberle dejado solo, pero…
«¿Es que para hacer justicia es necesario pelear contra otros?»
Actualmente, Kazuha vive en la Flota Crux Meridianam mientras navega por los océanos.
Alguna vez tiene problemas, claro está, pero con la ayuda de la tripulación, esos problemas no son tan complicados de resolver.
Sentarse en la cofa del Alcor mientras contempla el vasto mar azul le da los ánimos suficientes para rememorar cómo se sintió en aquella época tan convulsa.
Todos los samuráis ansían tener una vida ferviente y buscan el más supremo honor con la ayuda de sus espadas, pero siempre hay quien, tentado por el deseo, se aleja del camino de la benevolencia y la justicia para sembrar el odio y el terror empuñando su arma.
«El cielo ha dado una vida y un cuerpo a todos los seres, los cuales son protegidos por los dioses, pero no lo han hecho para que levanten sus armas los unos contra los otros.
No debo blandir el filo de la muerte, sino la espada de la vida.
A lo largo de nuestras vidas, los samuráis debemos proteger esos principios, y este es el mío».
Al pensar en ello, Kazuha sintió la necesidad de escribir unas frases inspiradoras, pero justo en ese momento escuchó los gritos de una voz descontenta:
«¡Kazuha! ¡Eh! No te quedes embobado ahí en la cofa mirando el cielo y baja a ayudarnos».
«Vaya…»
Drake, el timonel del barco, lo estaba llamando.
«En fin, ya escribiré esas frases en otra ocasión».
En aquella pelea del pasado, su Visión se iluminó por un breve momento, algo que sorprendió incluso al propio Kazuha.
Comenzó a buscar por todas partes a alguien que le ayudara a conseguirlo una vez más. Lo que no previó fue que, al final, su Visión se iluminaría de nuevo por sí misma. En ese momento, sintió como si su antiguo amigo lo estuviera ayudando desde algún lugar.
La cáscara de la Visión no solo demostró eso, sino que también le trajo muchas nuevas oportunidades a Kazuha.
En su viaje, fue ayudado por el ejército de resistencia, salvado y acogido por la Capitana Beidou y te conoció a ti, el/la viajer@.
En este mundo, es inevitable tener momentos de soledad y sentirse perdido, pero también hay encuentros y coincidencias muy felices.
La vida es como un viaje por un camino montañoso: aunque algunos tramos sean muy duros, en algún momento alcanzaremos las nubes.
Un día, de madrugada, Kazuha estaba caminando solo por un estrecho camino entre la densa niebla de una montaña.
Reinaba un silencio sepulcral, pues no se escuchaba ni el batir de unas alas ni el chillar de los insectos.
Parecía que incluso las olas del mar estaban en un profundo sueño. El único sonido que se oía muy tenuemente era el del viento. Kazuha sacó la lengua y sintió el pesado y melancólico sabor del aire.
Sabía que pronto empezaría a llover.
Alzó la mirada para contemplar hasta donde le alcanzaba la vista y, entonces, vio una nube de humo y varias chozas de paja. Parecía que esa noche tendría un sitio donde dormir.
Kazuha avisó al dueño de las chozas de que estaba a punto de llover, pero en un principio no le creyó. Entonces, justo al mediodía cayó una gran tromba de agua.
El señor elogió al viajero y muy educadamente le invitó a quedarse a pasar allí la noche.
Kazuha, que podía sentir el desamparo de la noche a través de la ventana, agarró con fuerza la manta con la que se estaba tapando y se quedó absorto en sus pensamientos al son del golpeteo de la lluvia sobre las hojas de los árboles otoñales.
Había recorrido una isla tras otra desde que su familia perdió toda sus riquezas y desde que él emprendió su gran viaje, así que conocía las muchas dificultades a las que un viajero se tenía que enfrentar.
En Inazuma, para ir de una isla a otra, normalmente había que cruzar el mar. Cuando Kazuha viajaba solo, cruzaba el mar lentamente en un pequeño esquife. Si el viento soplaba en la dirección contraria a la suya o si se encontraba con alguna tormenta, el viaje se volvía más arduo de lo normal.
Sin embargo, con el cielo y la tierra como su casa y con la inspiración poética como su amiga, podía seguir disfrutando del camino.
Si su corazón alcanzaba la quietud, el resto de los seres también estarían en calma.
Si su corazón alcanzaba la pureza, todos los seres también serían puros.
Con su espada y sus principios, podría cantar sin miedo a lo largo de su viaje por muy escabroso que fuera el camino.
Satisfecho tras ordenar sus pensamientos, pudo dormir muy plácidamente.
Al día siguiente, cuando el cantar de los pájaros lo despertó, ante sí mismo observó una luminosa Visión.