Una espada grande fabricada con piedra negra, un material muy poco común. Es pesada como una piedra gigante y capaz de destruir cualquier cosa a su paso.
Su hoja está hecha a partir de una aleación de cristales de piedra negra y un mineral de color carmesí, lo que la hace negra como la noche y roja como las llamas.
Las armas de piedra negra, una tecnología procedente de la «Enciclopedia de prototipos», tienen tres características principales: son tenaces como la roca, frías como el hielo y ardientes como la sangre caliente.
Aunque esta “daga” es, en realidad, una espada grande, la parte más fina de su filo no es más gruesa que el satén, y su hoja es el excepcional resultado de la unión de cada fragmento de los cristales rojos y negros.
Como su empuñadura se asemeja a un tótem de fuego adornado con rubíes, al verla en movimiento desde lejos, parece que salpica sangre violentamente.
El célebre artesano Han Wu se adentró en las profundidades de la tierra en busca de minerales con los que fabricar armas de piedra negra. Sin embargo, acabó siendo víctima de un accidente en las minas.
Sus ojos, ahora dañados, solo eran capaces de ver la oscuridad que lo inundó todo en aquel entonces. Mientras, en sus oídos escuchaba de vez en cuando reminiscencias del sonido de la espada golpeando las rocas y resquebrajando la tierra.
Desde entonces, la forja solo acumuló más y más polvo, y lo único que quedaron fueron cenizas heladas y sueños de fabricar armas que nunca pudo cumplir.
Más tarde, Han Tse, el hijo de Han Wu, se enteró de que se había cerrado el paso a Dominus Lapidis debido a una invasión de monstruos, y se apresuró a contárselo a su padre.
Nada más escucharlo, Han Wu sintió un gran arrepentimiento. Sabía que ello significaba que la explotación de las minas había despertado al dragón subterráneo y al meteorito celestial. Con las pocas fuerzas que le quedaban en su débil cuerpo, el herrero prendió la forja y se dispuso a crear una gran espada.
Una vez acabada, le encargó a su hijo que escondiera el arma en un altar que medía igual que una persona y que estaba situado a las afueras de la mina. De esta manera, la espada ahuyentaría a los malos espíritus y contendría al dragón.
Muchos años después, Han Wu falleció mientras dormía.
Ese mismo día a esa misma hora, un viajero que pasaba por la mina de la Cordillera Tianheng vio un brillo rojizo que salía de detrás de las piedras.
Ante él apareció un altar oculto que encerraba una gigantesca espada con un brillo que parpadeaba apenadamente.
Han Tse fue a la montaña esa misma noche y recuperó la daga.
El Eje Celestial, una de las Siete Estrellas de aquella época, grabó personalmente la inscripción que se lee en la daga:
“Destruye las montañas y abre los mares; derriba las nubes y corta la Luna”.