« Un libro educativo escrito por unos ancestros anónimos que adoraban al viento. Fue bendecido por el viento por su fidelidad e influencia acumulada a lo largo de milenios »
Antiguas escrituras sobre los vientos, pasadas de generación en generación entre aquellos que realizaban ofrendas para el Arconte Anemo.
Muchas de sus numerosas amarillentas páginas se han conservado, pero otras volaron con el viento.
En la época en la que el Señor de la Tormenta reinaba con tiranía desde lo alto de su torre, las escrituras registraban plegarias desesperadas.
Cuando llegó la era en la que la nieve se derritió y se disipó como arena, las escrituras estaban repletas de alabanzas al verdor naciente.
Durante el reinado déspota en el que la aristocracia oprimía al pueblo por medio de un títere,
las escrituras, en mano de los esclavos, hablaban de la añoranza a los Mil Vientos.
Las escrituras del Dios del Viento se enriquecieron y ganaron más relevancia mediante la adición de nuevos eslabones en la historia de Mondstadt:
vida, sufrimiento, resistencia, alegría y la libertad del pueblo.
Cuando Mondstadt fue reconstruida y la Iglesia se liberó de las cadenas de la aristocracia,
las escrituras de los Cuatro Vientos quedaron olvidadas en un estante acumulando el polvo,
e incluso desaparecieron de la tesorería de la Iglesia.
Se dice que, igual que el viento y la gente de Mondstadt,
las escrituras no estaban destinadas al confinamiento.
La elegante caligrafía de su portada dice así:
«Hijos del Arconte de los Vientos, hagan caso a estas palabras:
Todos los seres vivos emanan del viento, y en el viento terminarán.
Nunca se lamenten por mí:
aquello que yace en el polvo y el fango no es más que mi carne y mis huesos.
Mi verdadero yo se ha convertido en los Mil Vientos.
El aroma de las flores, el crujir de las hojas de los árboles,
soy yo cantando canciones de libertad, canciones del viento».