Esta espada solía usarla un poderoso general de Watatsumi.
Se dice que las únicas técnicas de espada que conocía eran los estilos Getsumouun y Yuushio, que aprendió él mismo.
Pero gracias a estos dos estilos, nunca fue derrotado por ningún mortal en un duelo o en el campo de batalla.
A menudo se dice que las serpientes y los peces son animales de sangre fría, pero estas criaturas siempre buscan el tan ansiado calor.
Para hacer realidad los sueños de su pueblo, Omikami desafió a las nubes de tormenta que se estaban juntando.
De entre las gentes de Watatsumi que perseguían la conquista, un joven sobresalía del resto.
Su valor inigualable le ganó la admiración de muchos en Watatsumi, y lo apodaron “Rey de la Montaña del Este”.
Pero después de muchos años, este nombre fue olvidado y lo reemplazaron los epítetos con los que sus enemigos lo conocían:
“Rey del Mal”, los malvados colmillos y garras de la gran serpiente, el invasor salvaje y demoniaco de la Isla Yashiori…
Las matanzas habían endurecido al joven y lo habían convertido en un guerrero.
Pero para él, el deseo que había pedido antes de partir, el deseo que pidió a la luna que se reflejaba en el estanque del santuario, era eterno.
“Algún día subiré a lo más alto de la Montaña Yougou, por encima del palacio de la Soberana de los Truenos.
Combatiré con el legendario gran tengu de Yougou en el tejado de Tenshukaku.
Después, les llevaré a Ayame y Mouun la máscara del tengu como recuerdo”.
Al final, las olas se llevaron sus sueños como si fueran castillos de arena.
La máscara del tengu, que brillaba como una estrella roja, se deshizo en medio de la batalla como la arena de la orilla.
La miko, que relucía con el brillo de la luna en el alma del joven, tampoco regresó nunca.
Y el Rey del Mal se enfrentó al rayo cegador junto a la gran serpiente.