Una monja que, aparte de por su ropa, nadie diría que pertenece al clero. Su frialdad hacia todo la hace extremadamente incisiva y siempre actúa en solitario.
« Ahaha, ¿quieres conocer los secretos de la hermana Rosaria? Eso… no puedo decirte. Aunque mi impresión no es mala, ciertamente mejor que la de cierta persona cuyo nombre no me molestaré en mencionar. Ella es honesta consigo misma. Se deshace de aquello para lo que no tiene tiempo y no finge estar motivada por asuntos que no le interesan. »
~ Kaeya, sobre Rosaria
Rosaria es una mujer adulta alta y bien desarrollada con una piel pálida fantasmal muy notable. Tiene el pelo desgreñado de color vino que es corto desde la espalda y algunos mechones en su flequillo son de un tono más oscuro. Tiene una expresión seria constante con ojos agudos que tienen iris de color rosa pálido y bolsas oscuras muy visibles debajo de los ojos.
Su atuendo es un hábito de monja ceñido que consiste en una cofia larga blanca y negra con forro rojo, una blusa blanca de cuello alto sin mangas y guantes blancos largos, una falda larga de color negro y rojo que revela parcialmente su pierna derecha y completamente revelando su pierna izquierda. con la parte superior del muslo envuelta en cinturones negros y medias de rejilla negras con tacones plateados.
Su atuendo está adornado con múltiples accesorios de plata y oro blanco incrustados con gemas rojas, el más notable de ellos es una tiara plateada en la parte superior de su cofia, un colgante de plata en su top blanco, un broche de oro blanco en su hombro izquierdo y cadera izquierda, múltiples anillos de garras de plata en sus dedos y un pequeño incensario de plata atado a su muñeca derecha con un largo trozo de tela negra. Su Visión Cryo cuelga de su cintura en su espalda baja.
Rosaria es una mujer algo intimidante que tiene una idea poco ortodoxa de la piedad. Kaeya la describe como alguien que es «honesta consigo misma» y «desecha aquello para lo que no tiene tiempo y no finge estar motivada por asuntos que no le interesan«. Fischl la escuchó maldecir a alguien en nombre de Barbatos y lo toma como un signo de la piedad de Rosaria, una interpretación que Oz duda.
A pesar de su posición en la iglesia, Rosaria parece ser relativamente vaga en la superficie, negándose a asistir a la práctica del coro con sus hermanas porque le parece aburrida. Ella está dedicada a la seguridad de Mondstadt, asegurándose de que no haya amenazas para la ciudad. Como Fischl, su intuición parece ser muy aguda, ya que adivina correctamente que Albedo tiene motivos ocultos a mano, incluso si parece mostrar lo contrario.
Puesto que siempre actúa en contra de las normas, Rosaria ha sido sancionada por la Iglesia cientos de veces.
Sin embargo, esto no parece importarle lo más mínimo. Nunca va con sus otras compañeras y muy rara vez asiste a las celebraciones con los demás ciudadanos.
La particular y misteriosa Rosaria es como una nube de humo que desaparece sin dejar ni rastro en cuanto uno se distrae por un momento.
Sus relaciones sociales también son bastante escasas, ya que apenas habla con nadie.
No obstante, según la Hermana Victoria, la bondadosa Bárbara siempre intenta acercarse a Rosaria.
«Por favor, no fumes en la Catedral», «Por favor, te ruego que llegues a tiempo a las ceremonias»… O, también, «¡Por favor, escúchame!».
Totalmente abatida, Bárbara siempre está detrás de Rosaria vigilando que cumpla con sus labores diarias.
Pero ella siempre se muestra completamente indiferente hacia la pobre ídolo a la que todo el mundo adora.
¿Es que no tiene corazón?
Cuando Rosaria desaparece, es imposible rastrearla. Tiene la costumbre de irse sin decirle nada a nadie y, entonces, se esfuma durante varios días.
Cada vez que esto ocurre, sus compañeros de la Iglesia nunca saben por dónde buscarla.
Una monja que suele vigilarla siempre se queja de ella: «Aunque se vaya para recoger a un gato callejero, ¡debería decírnoslo antes de escaparse!»
Una vez desaparece, Rosaria se dedica a completar su trabajo en rincones donde nadie la puede ver.
Comerciantes desconocidos, viajeros sospechosos… ¿tendrán estas personas malas intenciones en Mondstadt?
Ella los investiga, los sigue y, si es necesario, hasta los interroga.
Si son personas que deben desaparecer, tendrán por seguro que Rosaria será la última persona que vean.
Ella es quien se encarga personalmente del trabajo más oscuro y tenebroso.
Su hora de salir siempre es tras la puesta del sol y, de hecho, suele terminar su trabajo en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, a veces vuelve a Mondstadt al amanecer, cuando están empezando a salir los primeros rayos de sol, momento en el que se toma un vino como desayuno.
La vida de los ciudadanos se desarrolla bajo la dorada luz del sol, mientras que Rosaria es más activa con el plateado brillo de la luna.
Ese blanco argénteo y esa luz tan fría y pura… son como la magia Cryo que tan bien domina.
«Hay cosas que los jóvenes no necesitan saber».
Para Rosaria, los ciudadanos de Mondstadt, que viven bajo la luz del sol, son todos «jóvenes» independientemente de su edad real.
Rosaria, que siempre muestra desinterés por todo, es como una neblina imposible de predecir.
Sin embargo, en cuanto empieza a trabajar, mantiene una actitud muy profesional hasta que acaba todo lo que tiene que hacer.
Aunque pueda parecer muy holgazana, jamás muestra ningún tipo de indulgencia cuando interroga a un sospechoso.
Y no solo eso, sino que, además, tiene una gran fuerza física, conoce a la perfección los puntos débiles del cuerpo humano y no cree que el hecho de matar a alguien deba tener ninguna connotación negativa.
Esta monja fumadora, holgazana y despreocupada tiene, en realidad, una fuerza incomparable, y es la encargada de ejecutar los castigos impuestos por la ley.
Alguien que vive bajo el amparo de los dioses, pero que, aun así, tiene una misión de este tipo…
¿Por qué se convirtió en una verdugo tan sanguinaria? ¿Por qué no alaba la protección de los dioses?
En realidad, Rosaria ni nació ni creció en Mondstadt.
«Alguien tiene que hacer el trabajo sucio en una ciudad tan feliz y aburrida como esta», dijo una vez lánguidamente mientras apagaba el cigarro que estaba fumando.
«Para mí, hacer estas cosas es mucho más fácil que vivir una ortodoxa vida de monja».
Aunque Rosaria nunca reza, tiene su propia opinión sobre los dioses.
A su juicio, la libertad es el pilar de la gente de Mondstadt y lo que la hizo a ella quedarse en la ciudad fue precisamente esa libertad.
Rosaria nació en una aldea de un lugar muy remoto. Poco después de nacer, una banda de ladrones masacró su aldea y la raptó.
Criada por los ladrones, desde muy pequeña tuvo que aprender a luchar al mismo tiempo que robaba y hacía todo tipo de trabajos: de criada, de máquina, de ladrona y también de niña.
Luchaba con extraños, pero también con sus propios compañeros. Luchaba contra el frío y el hambre mientras crecía compitiendo contra los demás.
La juventud de Rosaria estuvo teñida de un color tan rojo como el atardecer de Mondstadt y, cuando se quiso dar cuenta, esa época de su vida ya había pasado.
Años más tarde, la banda de ladrones fue disuelta por los Caballeros de Favonius, quienes consideraron que Rosaria, como la integrante más joven, aún estaba a tiempo de arrepentirse de sus errores.
Varka, el Gran Maestro de los Caballeros, fue quien la llevó a Mondstadt y deseaba de todo corazón que Rosaria pudiera integrarse en la ciudad, por lo que le dijo:
«Únete a la Iglesia y expía tus pecados bajo la gloriosa luz de los dioses. Aún estás a tiempo de tener una vida como la de cualquier persona».
Sin embargo, lo que Varka no predijo era que Rosaria no dejaría de saltarse las clases y que se ausentaría repetidamente del coro de la iglesia.
Para ella, que prefería ir a cazar en lugar de ser una monja obediente, la dorada luz del sol era tremendamente cegadora.
Hace ya muchos años que entendió una cosa: ella era una hija de la luna, por lo que tarde o temprano volvería a la oscuridad de la que procedía.
Antes de ser conocida como la monja que más veces se escapa del trabajo de la Iglesia, Rosaria ya era conocida en su época de estudiante como la alumna que más clases se saltaba.
«Hermana Rosaria, por favor, ¡compórtate bien! Como miembro de la Iglesia, ¡no puedes ausentarte de nuestras clases de coro!»
«Tranquila, Hermana Ophelia. Hermana Rosaria, he oído que no has asistido a ninguna clase del curso obligatorio. ¿Es eso cierto?»
«Sí».
«Madre María, mire esto, por favor… ¡La tesis sobre teología de Rosaria es un desastre!»
«Hermana Rosaria, perdona si sueno muy directa, pero ¿tienes pensado trabajar en la Iglesia en un futuro?»
«No. Ya encontré otro trabajo».
Rosaria no se sintió nerviosa en absoluto ante estas preguntas. Sabía que se le daría mucho mejor hacer el trabajo más «oscuro».
Lo que no imaginó fue que, al final, ese trabajo tendría que hacerlo en nombre de la Iglesia.
Rosaria, que estaba en el periodo de prueba para ser monja, no pudo escapar de este destino y, finalmente, se convirtió en la Hermana Rosaria.
Cuando no tiene ninguna tarea que hacer, evita a toda costa asistir a las actividades de la Iglesia y, en su lugar, va a una taberna a beber o a contemplar el paisaje desde la muralla de la ciudad.
Si realmente no tiene manera de escaparse, tampoco trabajará más tiempo de lo debido.
En cuanto llega su hora de terminar de trabajar, Rosaria desaparece con extrema puntualidad.
Tanto de cara a otras personas como cuando trabaja por su cuenta, siempre se adhiere al mismo principio: no hacer nunca horas extra.
Se trata de un cuaderno con una portada de color blanco en la cual están escritas las palabras «Iglesia de Favonius».
Su dueña ha escrito en él con una buena caligrafía toda clase de frases sin mucho sentido.
«¡Vino de diente de león con un 20% de descuento!»
«Tostada del pescador. Disfruta de un sabor de ensueño a un precio muy bajo».
«Trigo a un precio sorprendente. Quien necesite ayuda para molerlo que a su dueño se lo comente».
«¡Tomates, tomates! ¡Compre tres y llévese otro más!»
«¡Lucettas frescas! ¡Pueden servir como lámpara para iluminar su baño! Señor, ¡mire, mire!»
En el cuaderno había escrito una gran cantidad de eslóganes de comerciantes con una letra muy libre y hermosa.
Era un objeto que tuvo a lo largo de todo su periodo de prueba como monja.
Así pues, no es difícil imaginar que, cada vez que se saltaba una clase, era para huir hasta los tejados de las calles comerciales y anotar desde ellos todos aquellos gritos y cantos mientras tomaba el sol.
A Rosaria se le apareció su Visión en una gélida noche cualquiera.
En aquella época, la banda de ladrones estaba en su peor situación, sin comida suficiente para alimentar a todos sus miembros.
Ella nunca se llegaba a llenar cuando comía y, como no aguantaba más el hambre y el frío que pasaba mientras hacía todo el trabajo duro, decidió escaparse.
Sin embargo, el miembro más veterano de la banda la encontró. Él fue quien se la llevó de su aldea natal y quien le enseñó a matar.
«Si huyes, eres una traidora. Y los traidores solo pueden ganarse la libertad si me vencen en un duelo».
El viejo ladrón le lanzó una daga a Rosaria.
«Vamos, atácame. Si me matas, podrás irte de aquí. Yo no soy más que un león en sus últimos años de vida, y tú aún eres joven. ¿Conseguirás vencerme?»
Prácticamente nadie confiaba en que Rosaria pudiera matarlo, pero, efectivamente, aquel viejo león murió bajo las garras de una bestia recién nacida.
Esa noche, la banda de ladrones perdió a un antiguo miembro, pero ganó uno nuevo.
Lo más interesante fue que, en un principio, los ladrones no estaban dispuestos a reconocer a Rosaria, que había asesinado a aquel viejo. Pero cambiaron de idea en cuanto vieron la Visión que tenía en la mano.
Alguien con una Visión debía ser mucho más fuerte que ese anciano ladrón. Además, con un miembro menos, aunque no pudieran comer mucho, ahorrarían algo de comida.
Entonces, a Rosaria le surgió una pregunta de su corazón helado:
«¿Se dejó vencer a propósito para que tomara su puesto? ¿Acaso un padre falso podía tenerle algún cariño a una niña que simplemente acogió?»