Es la miko principal del Gran Santuario Narukami, heredera del linaje kitsune, parientes y amigos de la eternidad. Además, es la temible editora en jefe de la Editorial Yae. La Shogun Raiden la menciona cuando la Arconte habla de Zhongli. Es una «vieja amiga» de Morax y Baal, y tambien conoce a Ganyu.
Yae tiene ojos morados y cabello rosado largo y apagado que está atado en la parte inferior y orejas de zorro. Yae usa una variación única y estilizada de ropa inspirada en los colores del atuendo tradicional de una sacerdotisa del santuario. Lleva un accesorio de cabeza dorado acompañado de aretes dorados con joyas moradas incrustadas.
Yae tiene un comportamiento misterioso a su alrededor cada vez que asume sus deberes como Suma Sacerdotisa del Gran Santuario Narukami. Cuando asume sus deberes como jefa de la editorial Yae, se la conoce por ser muy amable y le gusta leer libros e historias. Rara vez se la ve sin una sonrisa, y es más alegre que su posición, como sugeriría la Sacerdotisa. También cree que las creencias de los demás pueden ser demasiado restrictivas y que es demasiado difícil influir en ellas.
Como Sacerdotisa, Yae es infaliblemente cortés con quienquiera que interactúe. Pero cuando habla con forasteros como el Viajero y Paimon o amigos cercanos como la Shogun, ella mantiene su comportamiento afable, pero muestra un lado más directo y cínico, siendo incluso un poco egoísta. Alrededor del Viajero y aquellos que necesitan escuchar la verdad, Yae no se anda con rodeos. Ella le dice al Viajero que no tienen ninguna esperanza de enfrentarse a la Shogun por su cuenta y es igualmente franca con los demás cuando ella necesita serlo, incluso con su amiga y maestra Ei.
Ella es una de las únicas amigas de Ei que aún vive a través de los estragos del tiempo. Ella es una de las pocas personas que se refieren a la Shogun Raiden por su primer nombre, Ei. La propia Ei también llama a la Miko con su primer nombre, lo que significa su cercanía y amistad. Al ser una Kitsune, a Yae le gusta el tofu frito. Durante el tiempo de reclusión de Ei, Yae se ha vuelto astuta e ingeniosa, tomando la llegada del Viajero a Inazuma como su oportunidad para restaurar a la nación del daño causado por las nociones de eternidad de Ei. Tiene la costumbre de jugar y burlarse tanto de Ei como del Viajero.
Una vez, unos editores de la Editorial Yae le recomendaron a la editora en jefe que leyera un manuscrito.
Se trataba de una comedia romántica, un género muy de moda en ese momento, con una elegante prosa y unas ideas bien desarrolladas.
Algo tan bueno solo tendría que pulirse un poco y agregar ilustraciones. ¡Sería todo un éxito de ventas!
Lo que los editores no anticiparon fue que, tras echarle un vistazo, Yae Miko no mostró ni un ápice de complacencia, sino que exhaló un gran suspiro y llamó al editor al cargo de la novela, que preguntó dubitativo: «Srta. Yae… Es cierto que yo le dije al autor que escribiera sobre este tema, pero ¿Acaso no es el más popular ahora mismo?».
Ante la vacilante mirada del editor, Yae Miko hizo clara su opinión: «Una novela ligera que debería haber sido novedosa, pero que está encadenada a un tema… Te diré mi opinión: no es lo suficientemente libre».
Tramas que más venden y obras clasificadas en géneros… eran modas que solo tendrían éxito una vez cada diez años.
Aprovecharse del momento era tomar el camino fácil, pero si una novela tenía lo necesario para no caer en las modas, nunca pasaría desapercibida.
«Dile a este nuevo autor que no piense en géneros, que solo trate adecuadamente la historia que escribe».
El autor tuvo una epifanía cuando este mensaje llegó a sus oídos. Así pues, paró de escribir para reflexionar seriamente y, unos meses después, un nuevo manuscrito llegó a manos de Yae Miko y del editor.
Este último enmudeció, y la Srta. Yae, siempre sin filtros al hablar, abrió los ojos de sorpresa.
«Humm… ¿Qué hacemos? Esto no servirá…».
«¡Exacto! Una cosa es que no se aferre a un tema, ¡y otra que un personaje renazca como la todopoderosa Shogun Raiden!».
«No creo que haya ningún problema con el tema. En cambio, su nombre de pluma es demasiado normal, no casa en absoluto con este libro».
«Oh, así que se estaba fijando en eso… B-bueno, mientras a usted le guste, todo bien».
Poco después, y a sugerencia de la editora en jefe, el autor dio comienzo a su carrera novelística con el largo nombre de pluma «Kanji Yukoji Kenzaburou».
Así fue como Yae Miko tuvo la brillante idea de abrir un plazo de entrega de novelas en torno al tema «Renacido como la Suma Sacerdotisa Yae», pero eso ya es otra historia.
Uno de los mayores inconvenientes de ser la Suma Sacerdotisa es tener que asistir solemnemente a todos los festivales del santuario y mantener todo el tiempo la compostura.
Mientras los fuegos artificiales estallan en el cielo de la noche y el ambiente está de lo más animado, la Suma Sacerdotisa debe permanecer sentada dentro del santuario con una solemne sonrisa.
Es una tragedia aún peor que si el tofu frito desapareciera de la faz de la tierra.
Los familiares de la Arconte Electro tienen vidas longevas en las que cien años pasan en un pestañeo. Por ello, el aburrimiento es el peor enemigo que se puede tener.
Si la Suma Sacerdotisa se conformase con esperar sentada y fuera terca como un Slime, el mundo perdería una persona inteligente y capaz de encontrar diversión y oportunidades en todas las cosas.
Por ello, buscar de vez en cuando algo con lo que entretenerse es verdaderamente apropiado y necesario.
Además, tampoco pasa nada si para ello tiene que abusar un poquito de su autoridad como Suma Sacerdotisa…
Una noche, durante un festival, la Suma Sacerdotisa Yae hizo un gesto de aprobación al ver los fuegos artificiales hechos por los Naganohara y traídos por la Comisión Yashiro.
El festival se desarrolló como siempre, respetando la etiqueta y siguiendo todas las normas.
Sorprendentemente, la Suma Sacerdotisa permaneció sentada y serena durante toda la noche, lo que suscitó los elogios de todas las miko.
Sentada bajo una hermosa y centelleante lluvia de estrellas fugaces, observaba el ir y venir de la gente durante el festival.
Entonces, el estruendo de los fuegos artificiales tapó un murmullo procedente de alguien que mordisqueaba una manzana caramelizada.
«Cuando me pediste que me convirtiera en Suma Sacerdotisa, no mencionaste que la única forma de disfrutar de los festivales era evadiendo mis responsabilidades».