« Una espada para ceremonias hecha con esencia de jade puro muy finamente tallado. El aire que se produce al blandirla emite un sonido parecido al de un suspiro »
Cuenta la leyenda que, en la época en que Liyue estaba empezando a prosperar, Rex Lapis caminaba por la tierra con una espada tallada en jade.
Como fue afilada durante años sin parar, el ensangrentado filo esmeralda de la espada nunca perdió su brillo.
La sangre que la cubría sí se fue diluyendo con el tiempo, pero el deseo y el resentimiento que ya habían coagulado nunca se pudieron limpiar.
«El jade tienen un alma y un temperamento similares a los de unas aguas turquesas, pues puede purificar su propio odio remanente. Ahora bien, ¿quién puede aplacar el dolor de un arma de jade hecha para matar?»
Así se lamentó una vez un viejo amigo cuyo nombre había olvidado. Sin embargo, el inexorable destino acabó ahogando aquellas palabras de compasión.
Tras un tiempo demasiado largo, los dos enemigos, que en el pasado se habían batido en una sangrienta batalla, hicieron las paces y charlaron pacífica y alegremente.
Al final, su enemistad y el odio que se tenían desapareció, e incluso llegaron a reunirse para beber juntos.
Esta espada fue un obsequio hecho en aquella época para cierta persona.
Su jade fue esculpido y tallado precisamente para representar la paz y la riqueza.
Cuando las copas de vino se llenaron de sangre, los crueles deseos rompieron en pedazos las buenas intenciones y las transformaron en un polvo que salió volando.
Entonces, aquel obsequio que no fue entregado y aquella amistad que nunca llegó a ser se convirtieron en el filo que blandió contra su viejo amigo.