«Un arco extremadamente antiguo que conserva su poder aunque su dueño abandonó nuestro mundo hace mucho tiempo. Absorbe el poder de los seres vivos e inertes. Cuanto más lejos estés de aquello que tu corazón anhela, más poderoso será este arco.«
En la árida época antigua, cuando la verde tierra no era más que un páramo,
había una doncella que siguió descalza los pasos del Señor de la Torre a través de la nieve.
Él era su gran amor, pero los vientos abrasadores no entienden la suavidad de la carne mortal.
El Rey era su enemigo, pero la caza de la doncella significaba más que una simple venganza.
“Soñé con las olas del mar y la arena, con exuberantes bosques y tierras”.
“Soñé con jabalíes que jugaban en arbustos de bayas y con una torre altísima”.
le dijo ella en un tono suave al Rey, quien pareció hacer oídos sordos.
Tras despertar de su amor ciego, se dio cuenta de que fue la única que había sido realmente sincera.
A él la boca se le llenaba de palabras bonitas, pero estas siempre iban acompañadas de un viento cortante.
En medio de un interminable y fuerte viento, el Rey de la Torre de la Tempestad miró con desdén a sus súbditos, tan famélicos que no podían ni mantenerse en pie.
Él, sin embargo, creyó que lo que estaban haciendo era mostrar su adoración e indudable obediencia hacia él.
Era la época en que el Tirano del Viento del Norte combatía con el Rey de la Torre.
La Cazadora creía que el esclavista la amaba.
Al final de la guerra, cuando el viento de la resistencia sopló por primera vez,
en compañía de un joven, un elfo y un caballero sin nombre,
ella escaló la imponente torre y desafió al excéntrico Rey.
“Así, por fin podré llamar su atención”.
Pero no fue hasta el momento en que su flecha volaba hacia él,
y cuando la tempestad estaba a punto de desgarrar toda su piel,
cuando finalmente se dio cuenta de la distancia entre ella y el Rey de la Tempestad.