« Una alquimista llena de curiosidad por todas las cosas. Ella investiga la bioalquimia. »
Una alquimista con una insaciable curiosidad por el mundo y todo lo que hay en él. Adscrita a los Caballeros de Favonius como asistenta de Albedo, su área de interés es la «bio-alquimia».
Se esfuerza por enriquecer el mundo transformando seres vivos con el poder de la alquimia.
Es cierto que los productos de sus investigaciones a veces resultan más extraños que maravillosos, pero en general, ha hecho contribuciones notables en el campo de la bio-alquimia.
Sacarosa tiene el pelo corto de color verde claro con un mechón de piel azul y clara. Su visión de Anemo está unida como un broche al cuello de su capa, y usa su uniforme de alquimista como parte del departamento de investigación de los Caballeros de Favonius junto a su mentor, Albedo. Lleva guantes blancos gruesos, anteojos con montura negra y un corsé azul con dobladillo con volantes.
Sus oídos son una característica hereditaria, como lo indican sus líneas de voz. Pero los disfraza como parte de su cabello.
« La ávida alquimista Sacarosa tiene numerosos logros notables a su nombre en el campo de la bioalquimia, su investigación, o, como ella dice, «la búsqueda de la verdad última», tiende a producir todo tipo de resultados misteriosos.
Dientes de león gigantes con seis veces el número de semillas estándar, por lo que todos en la ciudad cierran sus ventanas cuando sopla el viento; ganchos de lobo que rompen ladrillos; Sunsettias del tamaño de calabazas…
Cada espécimen plantea grandes preguntas para la sacarosa, al tiempo que representa otro hito en su investigación, pero la mayor frustración de todas es cómo nombrarlos. Para Sacarosa, este es un proceso más angustioso que ver sus plantas robadas o contaminadas durante sus experimentos.
Por ejemplo, el tiempo parecía pasar sin piedad como un río implacable cuando intentaba nombrar una variedad de flor dulce que se distingue por su néctar rico y pegajoso. Después de gastar una enorme cantidad de energía mental y acumular más horas de trabajo de las que se gastaron en el proceso de polinización artificial para todo el campo, finalmente se le ocurrió algo aceptable:
«Es el espécimen número veintiocho… tiene algunas propiedades únicas… y siempre puedo hacer referencia a la nomenclatura existente…»
«…Así que supongo que simplemente lo llamaré… «Proyecto Flor Dulce N°9, Versión 28, ¡Prueba de fortalecimiento de aromas!» »
A Sacarosa le encanta experimentar y pasa la mayor parte de su tiempo investigando. A menudo tartamudea y se pone nerviosa cuando habla de algo que no está relacionado con la alquimia, incluso considerando que algunas personas, como Jean, son intimidantes, pero no por malicia. Los experimentos de Sacarosa a menudo arrojan resultados mixtos, que a menudo documenta en términos científicos como un signo de su devoción por la alquimia.
Reverencia a Albedo, considerándolo como uno de los mejores en alquimia y un verdadero caballero.
Las numerosas líneas de investigación de la bioalquimia surgen delas dudas que tiene Sacarosa sobre los seres vivos del mundo. Estas dudas, a su vez, nacen de su insaciable curiosidad, una facultad que ella tiene mucho más desarrollada que la mayoría de las personas.
Por ejemplo, una vez sintió curiosidad por las Flores dulces, consideradas de manera general como una fuente de azúcar.
Se preguntó: aunque su dulzor es claramente su característica más identificable, ¿debería ser motivo suficiente para limitar sus aplicaciones a como se ha hecho hasta ahora? ¿No debería estudiarse más?
Así, tras un minucioso estudio de las diversas características de las Flores dulces, ideó más de treinta formas de plantación diferentes junto con numerosos grupos de control para tener en cuenta la temperatura y otras condiciones ambientales.
Y, aun así, subestimó cuántas variaciones eran posibles. Al comenzar con su experimento, Sacarosa tuvo más preguntas que con las que empezó, y los novedosos descubrimientos que hizo le inspiraron a seguir con nuevas investigaciones.
Ella es incapaz de dejar una pregunta sin responder. Si lo hace, se pone nerviosa e incluso se siente culpable por ignorarla.
Impulsada por su propia forma de ser, sus métodos de plantación aumentaron a casi trescientos.
El resultado fue toda una gama de variedades de Flores dulces distintas: algunas con el triple de flores que las normales, otras con un tamaño cinco o seis veces más de lo normal; algunas incluso producían una fruta de sabor dulce.
Tras meses de experimentos, Sacarosa por fin había respondido a todas sus preguntas acerca de las Flores dulces. Cuando terminó de escribir sus notas de investigación, dejó escapar un largo suspiro de alivio.
Aunque estaba agotada física y mentalmente, ver tantos libros de investigación bio-alquímica ocupando tres paredes enteras llenas de estanterías le dio una profunda sensación de alegría y satisfacción.
Para el resto de personas, Sacarosa es una alquimista tranquila e introvertida, poco interesada en la vida de los demás.
Sin embargo, la realidad es todo lo contrario: a Sacarosa le fascina todo lo que existe en el mundo. Lo que ocurre es que, para ella, las reglas de la interacción social son mucho más difíciles de dominar que las de la alquimia.
En esta, los ensayos de prueba y error y la determinación de querer llegar a la verdad son suficientes para obtener las respuestas que uno busca. Pero en las relaciones interpersonales, existe la complicación de tener en cuenta los modales, el estado de ánimo y otras variables no cuantificables. Y, por si fuera poco, la interacción social tampoco permite adoptar un enfoque prueba-error.
Por ello, Sacarosa decidió evitar esas variables a toda costa y aferrarse a los métodos que mejor conocía para satisfacer su curiosidad.
Por ejemplo, ella siempre tuvo curiosidad por saber si compartía ascendencia con Diona, la mesera de la Taberna Cola de Gato, ya que ambas tienen orejas felinas.
De hecho, no era un asunto privado, y mucha gente les preguntaba por ello, pero a Sacarosa le preocupaba que fuera un tema delicado. A ella, por su parte, no le gustaba que la gente se quedara mirando fijamente a sus orejas. Por tanto, recurrió al método que mejor conocía: la observación.
Durante un mes entero, Diona tuvo constantemente la desconcertante sensación de que alguien la estaba observando en secreto. En consecuencia, supuso que algún cliente de la taberna la estaba espiando, lo cual no la ponía muy contenta.
«Un genoma similar, pero en última instancia una ascendencias diferente. Su conexión con los gatos merece estudiarse con más profundidad. *Nota: aún no he logrado obtener una muestra ósea».
Esa era la conclusión que apuntó Sacarosa en su cuaderno basándose en los hallazgos que había hecho.
Dejando a un lado la bioalquimia, Sacarosa hizo otro descubrimiento a raíz de aquel estudio: a juzgar por las lentes con orejas de gato que hizo para sí misma tras la investigación, comprendió que tenía una ternura felina exclusiva de sí misma. Sin embargo, es demasiado tímida para usar las lentes en público, y solo se las pone cuando está a solas.
Una vez cada tres días, Sacarosa se aventura en el mundo real al anochecer. Para ella, estas excursiones son eventos poco comunes y trascendentales.
Visita una por una las carnicerías, el Gremio de Aventureros y a los cazadores de Aguaclara en busca de un material muy específico.
«Ho-Hola… Lo siento, yo… me gustaría comprar… hm… los huesos más frescos y de mejor calidad que tenga. Sí, los que aún tienen tanto sangre como restos de carne».
Al principio, su comportamiento le parecía inusual la gente, pero una vez que se acostumbraban, estaban más que dispuestos a ayudarla; incluso reservaban los mejores huesos para ella.
Esta fue una gran ventaja, ya que no solo fue capaz de adquirir un amplio suministro de huesos comunes de pollo y jabalí, sino que también consiguió un esqueleto de lagarto completo e incluso un pedazo de hueso de la pierna de un Hilichurl que aún tenía sangre fresca.
Los ojos se le iluminaron de emoción al ver aquellos huesos tan extraños y poco comunes.
Luego, se lo agradecía a Katheryne, del Gremio de Aventureros, de todo corazón, haciéndole una reverencia tras otra.
Además de satisfacer la curiosidad de Sacarosa, también descubrió que juntar los nuevos trozos de huesos que iba consiguiendo le daba inspiración.
Coleccionar esqueletos pasó a ser su pasatiempo, hasta el punto de volverse una fanática.
Un día, escuchó por casualidad a una madre regañando a su hijo:
«Si no haces lo que te la aterradora anciana del saco llamará a tu puerta, entrará a tu habitación, ¡y te sacará todos los huesos del cuerpo!»
Sacarosa sintió tanta curiosidad que no pudo evitar investigar el asunto más a fondo. Resultó que aquello no era más que una historia de fantasmas que las madres solían contar a sus hijos para asustarlos, y que, de hecho, existía desde mucho antes de que ella naciera.
Al descubrir la verdad, suspiró aliviada.
Poco después de aquello, la gente se fijó en que Sacarosa había cambiado su saco de tela por uno de cuero. Tal vez lo hizo porque le daba vergüenza. O tal vez para evitar levantar sospechas…
Como asistenta de Albedo, Sacarosa hace todo lo posible para ayudarlo. Aunque sus investigaciones alquímicas tienden más hacia lo abstruso, aprende mucho cada vez que lo ayuda.
Tras un experimento que duró cinco días y cinco noches seguidos, Albedo notó que Sacarosa no podía más por su agotamiento, y le organizó unas vacaciones obligatorias de siete días.
Comenzó sus vacaciones decidida a descansar bien y recuperar energías, pero desde el primer día luchó para adaptarse al estilo de vida vacacional.
Primero desayunaba. Huevos fritos, salchichas y una taza de café. Hasta aquí, todo bien. Eran alimentos y bebidas que ya había investigado previamente.
A continuación, pensó:
«Descansaré un poco y me relajaré bajo el sol con un buen libro». Una vez más, todo bien. La investigación ha demostrado que ese es uno de los mejores métodos para relajarse. Sin embargo, ya había leído todos sus libros, y ya había subrayado puntos importantes e investigado y anotado aclaraciones sobre los artículos de investigación que más le interesaban.
Así pues, se dispuso a hacer algunas tareas domésticas: lavar la ropa, limpiar el polvo y ordenar. Bien, una vez más, sin problemas. No se podía rebatir el hecho de que un ambiente limpio y ordenado es propicio para el bienestar mental:
Pasó la mitad del día y Sacarosa aún no había tenido la oportunidad de preguntarse a sí misma el porqué de esto o aquello ni una sola vez.
Estaba aburrida, inquieta y angustiada, y ya no podía calmarse.
Se sentía desesperada por investigar cualquier cosa; lo que fuera. Hasta pensó en estudiar las plantas que tenía puestas en macetas en su terraza, aun sabiendo que no serviría de nada.
Cualquier cosa con tal de que el tiempo pasara más rápido.
Pero allá dónde mirara —las lucettas a su izquierda, las flores dulces frente a ella o las cecilias a su derecha—, solo veía cosas que ya había investigado exhaustivamente.
Finalmente, se rindió y se obligó a dormir. Al día siguiente, fue al laboratorio a primera hora de la mañana a informar de su situación.
«No tengo nada que investigar ni que cuestionarme en todo el día. ¡Eso no son vacaciones, es una tortura!».
La infancia de Sacarosa no fue diferente a la de cualquier otra persona de Mondstadt. Tenía unos padres cariñosos y unos buenos amigos. Su vida era sencilla y hermosa.
Su mejor recuerdo de la infancia es una historia sobre un lugar maravilloso que escuchó una vez.
En un rincón remoto de Teyvat, había un Dominio desconocido con hermosas flores rosadas de la altura de cien personas juntas, pequeñas hadas flotantes revoloteando por todas partes y hermosos unicornios que correteaban. Era el pináculo de la perfección.
Sacarosa y sus dos mejores amigas creían que, si pudieran llegar a aquel mágico lugar, vivirían felices para siempre.
Pero el tiempo pasó, y una de sus amigas tuvo que marcharse a un largo viaje con sus padres aventureros del que nunca regresó.
Por su parte, en la familia de la otra tuvo lugar una tragedia: su padre cayó enfermo y falleció, su personalidad cambió y rompió su lazo de amistad con Sacarosa.
La promesa que hicieron de reunirse algún día en el futuro ya no significaba nada.
Sacarosa se sintió más sola que nunca. Aún no habían decidido ir a aquel paraíso y sus amigas ya no estaban…
Sin embargo, aunque no estuvieran destinadas a volver a encontrarse, Sacarosa tenía el gran deseo de honrar de alguna manera su amistad. Fue entonces cuando descubrió la existencia de la bioalquimia en un librero que leyó.
Se dio cuenta de que, aunque nunca pudo llegar a la entrada de ese maravilloso lugar, ahora tenía la oportunidad de crear su propio paraíso.
Así, comenzó a estudiar esa complicada disciplina, en la que vertió toda su curiosidad y pasión.
No obstante, nunca le contó a nadie la historia del paraíso y de sus amistades pasadas.
Tal vez algún día, cuando aquel maravilloso lugar deje de estar solamente en los libros y se convierta en algo real, sus amigas regresarán.
Sacarosa tiene una serie de estrictos requisitos para seleccionar las especies de su paraíso personal. Tras experimentar con ellos, pone una etiqueta que dice «Apto» en los especímenes que cumplen con sus estándares.
Al principio, quería dar un nombre exótico a cada una de las plantas, igual que se hace en los cuentos, pero cada vez que quería hacerlo, no se le ocurría nada.
Tras mucho tiempo siendo científica, insistió en inventar una lógica impecable para algo tan relativamente trivial como poner un nombre.
Su primera serie de nombres incluía los siguientes:
• «Flor de hierba»: una flor que crece en la hierba.
• «Hierba de flores»: una hierba que crece debajo de las flores.
• «Flor multi-hierba»: una flor que crece entre la hierba densa; y un largo etcétera.
Sacarosa necesitaba una eternidad para que se le ocurrieran nombres como esos, tan poco «típicos de un paraíso»; incluso más tiempo de lo que duraban sus experimentos.
Al final, dejó de inventarse nombres y simplemente usó los códigos de identificación que tenía apuntados en sus notas.
Esto se tradujo en nombres mucho más largos, pero, de todos modos, ella era la creadora de su paraíso, así que ¿por qué no podía nombrar las cosas como ella quisiera?
Sacarosa recibió su Visión en una tarde como cualquier otra.
Lista para comenzar su experimento número 159 a fuego lento con semillas de diente de león, vertió en el caldero su solución alquímica, cuidadosamente elaborada.
El caldero alcanzó de inmediato el punto de ebullición, y toda la habitación se llenó de vapor.
Sacarosa se apresuró al caldero, ansiosa por ver qué nueva transmutación había tenido lugar esta vez. Estaba tan emocionada que se quemó las dos manos al tocar el borde del caldero.
Por desgracia, las semillas de diente de león se le habían vuelto a quemar, pero también había algo nuevo: entre las chamuscadas semillas de diente de león, había una Visión.
Y, aun así, en lugar de derramar el líquido y quedarse con la Visión, primero lo meditó un momento y, luego, volvió a prender fuego al caldero para que siguiera hirviendo a fuego lento.
Tenía curiosidad por saber qué otras reacciones podrían ocurrir al mezclar semillas de diente de león con Visiones.
Sin embargo, el experimento fracasó después de que el caldero estuviera tres horas hirviendo sin parar.
Pero no se podía negar que había conseguido una gran recompensa gracias a ese experimento, ya que la energía elemental de su Visión se convirtió en la mejor herramienta que podía tener para sus investigaciones de bioalquimia.