La joven Hu Tao es la Directora N°77 de la Funeraria El Camino y la principal encargada de todos los asuntos relacionados con ella.
Sin embargo, a pesar de su posición, no siempre sabe comportarse como es debido. Tiene más ideas malvadas que granos de arena hay en la Costa Yaoguang.
Normalmente, Hu Tao es una chica a la que le encanta gastar bromas. Tan pronto como tiene algo de tiempo libre, corretea por todas partes, por lo que quienes la conocen, la ven como alguien que manda mucho y hace poco. Los únicos momentos en los que muestra su faceta más seria y solemne es cuando lidera personalmente una marcha fúnebre a través de una calle iluminada con tenues luces.
Tiene la piel clara, sus ojos son color escarlata con patrones florales, su cabello largo y oscuro se separa en colas gemelas, con los extremos sumergidos en carmesí.
Su visión Pyro está incrustada en la parte posterior de su abrigo. Lleva un sombrero marrón oscuro con flores rojas, ramas, y un talismán de madera unido a la parte delantera.
Lleva una camisa roja tradicional debajo de su abrigo oscuro, con un cuello de mandarina. Tiene broches dorados unidos debajo del cuello y a la cintura de su abrigo, tiene largas coletas rectangulares. Además, lleva un par de calcetines blancos con flores rojas a juego y zapatos de vestir de tacón.
La mayoría de los personajes que hablan de ella tienen una impresión negativa. Por lo general, se la describe como una bromista descarada que siempre causa problemas, y las historias de personaje de Qiqi dicen que tiene una «cara que se puede golpear» debido a la insistencia de Hu Tao en enterrarla.
A primera vista, parece una chica peculiar y alegre. Nadie pensaría que ella es en realidad la famosa e ilustre Hu Tao.
Ya sea que actúe como directora de la Funeraria El Camino o como la poeta «famosa» del Puerto de Liyue, la naturaleza de Hu Tao es sumamente excéntrica. Como un relámpago o chispas de llamas, siempre va y viene en un abrir y cerrar de ojos, encendiendo todo lo que la rodea.
Los funerales son el último rito de paso en la vida de los mortales, y la Funeraria El Camino tiene el honor de ser la que dibuja el último trazo en el lienzo de esas vidas.
Las exequias de los funerales tradicionales de Liyue son extremadamente abundantes, con prácticas como mantener el ataúd del difunto en un lugar a salvo para que sus allegados le hagan ofrendas, pasar unos momentos junto a dicho ataúd para protegerlo, el entierro en sí, la decisión de qué estela funeraria usar y qué objetos enterrar junto al difunto… Hay una enorme cantidad de estrictas reglas para todos y cada uno de los pasos del funeral.
Independientemente de la riqueza de la persona fallecida, o de si esta era de origen noble o humilde, la regla dorada de la Funeraria El Camino es organizar un funeral acorde con su estatus.
Así pues, sería lógico pensar que la persona encargada de dirigir una institución de tal importancia debe ser alguien sabio y meticuloso.
Sin embargo, la ardua tarea de ser la 77.ᵃ directora de la funeraria recayó nada más ni nada menos que sobre la joven Hu Tao.
Hu Tao goza de cierta reputación en Liyue. Cuando se le pregunta por su opinión sobre ella, la mayoría de la gente siempre dice: “Es difícil de explicar…”.
Todo el mundo elogia su inteligencia y astucia, pero temen enormemente sus bromas y travesuras, que cada vez son más creativas.
A los tres años, la obligaban a mantenerse con la cabeza en el suelo y las piernas en alto mientras estudiaba y leía textos clásicos. A los seis, se escapó de clase un día para meterse en un ataúd y dormir en él. Y con ocho años, empezó a trabajar en el negocio familiar y a estudiar los ritos funerarios.
Se mire como se mire, Hu Tao no es para nada una persona seria. Dirigió y organizó su primer funeral importante cuando tenía algo más de diez años. Entonces, el resto de trabajadores y asesores de la funeraria estuvieron al borde de un ataque de nervios.
Por fortuna, los negocios son algo muy importante para Hu Tao, así que son lo único que hace con total seriedad.
Ella suele decir: «En la Funeraria El Camino, cobramos dinero a los vivos para enterrar a los muertos, por lo que tenemos la responsabilidad de satisfacer a ambas partes».
Hu Tao es muy clara y ordenada con las reglas y protocolos de la funeraria. Cuando esta cierra durante el día, ella invita a asesores procedentes de todas partes para que instruyan a los trabajadores más jóvenes de la funeraria.
“Los ritos funerarios tradicionales son toda una rama de estudio independiente de las costumbres y los hábitos».
De todos los instructores, Zhongli es el más respetado. Su forma de enseñar es la que más éxito tiene, pues gracias a él se ha mejorado ampliamente la formación de los trabajadores de la Funeraria El Camino.
Aunque Hu Tao suele burlarse del anticuado estilo de Zhongli, este sigue siendo la persona en quien más confía. Además, ella siempre pide a los demás trabajadores que se adapten a las necesidades de los clientes, y que no se aferren a un único tipo de ceremonia funeraria.
“Cada cliente tiene sus exigencias. Algunos quieren que el difunto se marche libre de pecados y en paz; a otros les gustan los funerales más alegres; y los clientes más ricos solo le dan importancia a la ostentación y el lujo de la ceremonia. Lo que hagamos y cómo lo hagamos depende fundamentalmente de lo que ellos quieran”.
Desde que Hu Tao se encarga de este trabajo, el negocio de la Funeraria El Camino ha ganado estabilidad, las ceremonias se hacen siempre adecuadamente e incluso hay gente cuya visión sobre los funerales, un tema algo tabú en Liyue, ha cambiado. Ahora bien, cuando los demás trabajadores están estudiando, Hu Tao se esfuma sin dejar ni rastro.
Sus intereses y aficiones son de lo más excéntricos, aunque, en realidad, tampoco se podrían considerar plenamente como actividades de ocio.
Si alguien ve la silueta de una persona bajo la luz de la luna en los muelles y entre los altos edificios de Liyue, con los brazos cruzados por detrás de la cabeza y recitando poesía, seguramente se trate de Hu Tao.
Adora deambular por las noches y, si en ese momento le apetece, no podrá resistir la tentación de componer un poema, sin importar dónde se encuentre.
Si algún comerciante está descansando en uno de los pabellones del Bosque de Piedra Huaguang, tal vez tenga el honor de ver a una misteriosa joven sentada y divirtiéndose ella sola. Es más, Hu Tao se divierte sola hasta con juegos de azar o de mesa, para los que se suelen necesitar cuatro personas.
¿Que qué es lo que le parece divertido de todo ello? Eso solo lo sabe la propia Hu Tao.
En la puerta del Ministerio de Asuntos Civiles hay dos estatuas de leones de piedra muy realistas que representan la majestuosidad y la autoridad. Pero Hu Tao no piensa lo mismo. Una vez las miró detenidamente durante un buen rato y, tras reflexionar un momento, empezó a reírse a carcajadas y a dar golpecitos a las garras delanteras de los leones.
Desde entonces, los visita frecuentemente y les acaricia la cabeza mientras murmura cosas. No solo charla con ellos, sino que incluso les dio nombres propios: el león izquierdo se llama “Grrr”, y el derecho, «Miau».
A veces, hasta lleva un cubo de agua caliente y un cepillo muy grande para lavarlos, algo que hace con unos gráciles movimientos y gran concentración, como si fueran sus mascotas.
Frente a la puerta del Quiosco Xinyue hay un gato tricolor que come lo que le dan los vecinos de Liyue. Un dia, un ciudadano estaba jugando con este gato justo cuando Hu Tao estaba con sus leones. Fue una situación un tanto particular.
Ante la mirada perpleja de aquel ciudadano, Hu Tao dijo en un tono muy rotundo:
«¿Qué te crees? ¿Que este gato es lindo, pero mi Grrr y mi Miau no? Sé que su pelaje es un poco más burdo, ¡pero siguen siendo suaves! Cualquier animal que te haga sentir feliz puede ser una mascota. Además, ¡ningún gato ganą a mi Grrr y a mi Miau en cuanto a majestuosidad!”
Esta explicación dejó a aquel hombre aún más perplejo de lo que estaba.
Hu Tao también ha asustado muchas veces a los guardias del Ministerio de Asuntos Civiles, donde siempre se escucha el ligero sonido de unos pasos a medianoche. Al principio, los guardias pensaban que se trataba de un ladrón, hasta que descubrieron a una joven jugando con las estatuas de leones frente a la puerta.
Cuando por fin se habían acostumbrado a presenciar esta extraña escena, Hu Tao no volvió a aparecer por el Ministerio. Esto fue motivo de preocupación para los guardias: sin ella, tendrían que turnarse para limpiar los leones.
De hecho, cumplieron con ello durante muchos días, hasta que la excéntrica joven por fin reaparició. Cuando le preguntaron por qué no había vuelto a ir, la respuesta que obtuvieron fue todavía más bizarra:
«Grrr y Miau han crecido y ya son independientes. No necesitan que los siga cuidando, así que ahora me dedico a hablar con estatuas de dioses”.
Poco después de conocerse, Hu Tao ya consideraba a Qiqi como una buena amiga suya, a la cual quería enterrar personalmente.
En muchas ocasiones ha ideado los preparativos, pensado en el mejor momento para raptarla e incluso intentado cremarla y meter sus cenizas en la tumba que ya tiene asignada a las afueras de la ciudad.
Si no fuera por Baizhu, de la Farmacia Bubu, Hu Tao ya se habría salido con la suya.
Cada vez que él la atrapa con las manos en la masa, se encuentra con la cabecita de Qiqi sobresaliendo de un saco en el que la ha metido Hu Tao. En esos momentos, lo único que puede hacer Qiqi es observarla con perplejidad mientras la excéntrica joven cava efusivamente el foso en el que cremarla.
Tras esos intentos fallidos, Hu Tao le escribe a Qiqi una carta de disculpa, en la que se lamenta múltiples veces por no haber sido mas rápida enterrándola para que descanse en paz.
Para Hu Tao, Qiqi murió hace mucho tiempo y quedo atrapada en el mundo de los mortales, del que no se puede liberar. Por ello, considera que padece un gran sufrimiento.
En cambio, desde que Baizhu conoció a Qiqi, su deseo de que viva para siempre sin envejecer se ha vuelto cada vez más fuerte.
Sin embargo, Hu Tao nunca podrá estar de acuerdo con la idea de ir en contra del ciclo de la vida y la muerte.
Si insiste en enterrar a Qiqi no es solo porque tiene en cuenta lo que esta necesita, sino para equilibrar el orden natural de las cosas. No obstante, Qiqi no quiere ser enterrada, ya que tiene miedo a morir, y odia a Hu Tao.
Así se forma un círculo vicioso durante el que la pobre niña zombi llega a tener sus momentos de lucidez y recuerda cuándo debe esconderse para no ser atrapada por Hu Tao.
El empeño de Qiqi por vivir conmovió a la excéntrica joven, asi que dejó por un momento de lado sus deseos e investigó el pasado de Qiqi: un accidente inesperado, un oscuro secreto de los Adeptus, muchas coincidencias juntas… Hu Tao empezó a dudar de si se había portado mal con Qiqi.
Debido a su gran deseo por vivir. no podía enterrarla a la fuerza, por lo que comenzó a verla como la persona mas especial del mundo.
Desde entonces, la actitud de Hu Tao con respecto a Qiqi cambió enormemente. De querer raptarla pasó a interesarse por su bienestar.
Desafortunadamente, Qiqi tiene miedo de Hu Tao desde hace mucho mas tiempo, y para perdonarla aún necesitará unos cuantos años.
De hecho, Hu Tao no es más conocida por su papel de directora, sino por su otro gran logro: la creación de poesía.
Ella se autodenomina la «traficante de versos de los callejones más oscuros», y el verso libre fluye indómito de su boca cada vez que tiene tiempo libre para estar en las calles.
El «Hilitune» es la obra más famosa de Hu Tao, muy amada no solo por la gente del puerto, sino también por los niños hasta la Aldea Chingtsé.
Tanto los aficionados como los críticos quedaron muy sorprendidos por la originalidad simple pero profunda del «Hilitune» y su creación, y acudieron en masa a Librería Wanwen para buscar las obras de este gran poeta. Desafortunadamente, las antologías de Hu Tao, llamadas «Palos de violín» y «De vidas comunes», respectivamente, aún no se han publicado.
Xingchiu, siempre inmerso en los libros, también quería conocer a esta extraña persona, por lo que eligió una fecha auspiciosa para visitar, trayendo un regalo con él.
Los dos se llevaron bien de inmediato, e intercambiaron consejos y poesía improvisada en el salón principal de El Camino, y cuando se enfrentaron a la poesía de la inclinación artística tradicional de Xingchiu, Hu Tao siempre podía regresar con algún verso extraño y maravilloso.
Y había significado en el caos, de hecho, un ritmo de lo extraño que cualquiera podía percibir, y también era pegadizo.
Así, ella «golpeó al viejo maestro con puños inexpertos», dejando a Xingchiu sin palabras.
Finalmente, la pelea poética terminó amablemente, y desde entonces son amigos, leyendo y componiendo poesía cuando tienen tiempo para encontrarse.
Con el tiempo, Chongyun también fue reclutado para servir como árbitro, y sus risas llenaron las calles.
Los poemas nacidos de estas sesiones también serían registrados por los espectadores.
Si alguna vez escuchas un par de versos combinados, uno estricto y el otro juguetón, es muy probable que hayas escuchado uno creado conjuntamente por Hu Tao y Xingchiu.
El gorro de Hu Tao está hecho de un material duro, y en su parte frontal está grabado el símbolo de la Funeraria El Camino.
Al parecer, este accesorio sería herencia de su 75º director, cuya complexión era más bien robusta y cuya cabeza era el doble de grande que la de Hu Tao.
Por ello, la joven se pasó un día y una noche enteros arreglándolo para ajustarlo a su tamaño. Cada vez que alguien le pregunta, ella dice: “Este gorro es mágico. Me protege porque atrae las energías positivas y ahuyenta los malos espíritus».
Al escuchar esto, los trabajadores de la funeraria se rieron, como burlándose de lo que había dicho Hu Tao. Pero la 77. directora tiene un claro aprecio por su gorro. Llueva o haga viento, ella siempre evita por todos los medios que se manche.
A un lado del gorro hay una flor de cerezo arrancada de un árbol que plantó ella misma.
Dejó que la flor se secara con el viento, la decoloró, la dejó en aceite, dibujó su contorno y la puso al sol durante tres días. El resultado es un exquisito objeto decorativo algodonoso como las nubes y de una sutil fragancia.
Esta historia debería comenzar con el funeral del abuelo de Hu Tao.
Diez días antes del funeral en sí, el viejo Hu había fallecido después de un ataque de enfermedad. Para su 75 ° Director, la Funeraria El Camino celebró un gran funeral, de acuerdo con los últimos deseos del propio anciano, que será dirigido por Hu Tao.
Con solo trece años en ese momento, Hu Tao, quien más tarde se convertiría en la directora, hizo todos los arreglos ella misma al más alto nivel, impresionando enormemente a los funerarios.
Después del funeral, Hu Tao, de trece años, agarró su bolso de viaje y salió sola en la oscuridad de la noche. En su bolso solo había unas pocas raciones, algo de agua y un medio para crear algo de luz. Se dirigía a una frontera misteriosa y rara vez vista.
Partiendo directamente de la Colina Wuwang, se puede llegar a la «frontera». Es la línea que separa la vida de la muerte, cuyos secretos han sido gestionados por la Funeraria El Camino durante generaciones. Según la leyenda, es un lugar donde permanecen las almas de parientes pasados y los espíritus de aquellos con aspiraciones incumplidas. Para Hu Tao, este viaje fue una oportunidad para ver a su abuelo una vez más antes de que se fuera para siempre.
Durante dos días viajó sin cesar antes de llegar finalmente a su destino, pero no pudo localizar a su abuelo al llegar. Entre los innumerables espíritus caminaba, pero ninguno de ellos se parecía al anciano.
Permaneció allí todo el día antes de quedarse dormida exhausta, despertando con un cielo nocturno y un rocío denso. A su alrededor se reunieron algunos espíritus solitarios, aplaudiendo y riendo:
«Niña tonta, ¿por qué el Viejo Hu estaría aquí de todos los lugares? ¿En qué estabas pensando, buscando a tus parientes aquí?»
Hu Tao, que no se deja influir tan fácilmente, continuó esperando, día tras día. Sus raciones desaparecieron gradualmente y sus suministros de agua se agotaron, pero su abuelo no apareció. Al final, fue una viejecita quien se acercó a ella.
Puso los ojos en el exhausto Hu Tao y sonrió mientras hablaba: «Mira tu terquedad, eres exactamente como el viejo Hu. Es una pena, pero ninguno de los directores de la Funeraria El Camino se quedaría aquí.» «Vienes de una familia, de hablantes sencillos, así que permítanme devolverles el favor… Regrese. Regrese al lugar de donde vino».
La anciana se despidió de Hu Tao, antes de cruzar la frontera y alejarse. Hu Tao observó cómo la figura de la misteriosa mujer se hacía más pequeña y desaparecía, mientras se manifestaba una sensación de duda teñida de alivio.
Por fin llegó a la conclusión: la ausencia de su abuelo se debía a que él había cruzado la frontera nada más llegar, al lugar donde estaba encadenado. Había sido abierto y honesto en la vida, sin dejar atrás ningún arrepentimiento, así que ¿era correcto que su partida se enmarcara en términos de pesar?
Con una sonrisa, emprendió el viaje de regreso.
La lejana luna había estado arrojando una tenue luz en el camino, pero ahora había sido reemplazada por la brillante luz del amanecer. Mientras caminaba, Hu Tao pensó en un dicho que su abuelo había citado a menudo: «Vive en la vida, muere en la muerte. Sigue a tu corazón, haz lo que puedas».
Era mediodía cuando Hu Tao llegó a casa. Trepó por la pared hacia el patio trasero, fue directamente a su habitación y desempacó su bolsa de viaje.
Con su comida y agua desaparecidas, y el resto de sus pertenencias desempacadas, la bolsa que había tomado por vacía en su lugar contenía una Visión colorida. ¿Cuándo llegó?
Como uno de los pocos vivos que se había atrevido a visitar la frontera, tal vez las acciones de Hu Tao habían movido a algún dios desconocido.
Quizás esto constituía entonces un regalo celestial… el máximo reconocimiento de su fuerza.