Un bardo misterioso al que le gusta recitar tanto viejos poemas como nuevas canciones de moda. Le encantan las manzanas, el vino y los ambientes animados, odia el queso y es alérgico a los gatos. Su poder suele manifestarse en forma de plumas y viento, seguramente debido a su obsesión por los objetos ligeros y voladores.
Venti tiene piel clara, ojos color aguamarina y complexión delgada. Tiene el cabello azul oscuro que bordea el negro, con trenzas gemelas cortas que se desvanecen en un color agua que brilla en cian brillante cuando lanza magia. Viste una blusa blanca con volantes con una sección media de cuero similar a un corsé, junto con pantalones cortos verde azulado con bordados dorados y una capa verde azulado a juego unida por un lazo azul profundo y dorado. Venti también usa medias blancas con 3 formas de diamantes dorados a lo largo de cada pierna y un sombrero parecido a una boina con una Cecilia, que es su flor favorita. Lleva una lira de madera con cuerdas azules imbuidas del poder de Anemo.
Venti tiene una actitud bastante traviesa y le gustan las rimas en sus discursos, pero si le dicen que se detenga, se detendrá inmediatamente. Él ve un cierto valor en la música hasta el punto en que nombra su lira, diciendo que «todo ser merece un nombre para ser invocado y tejido en una canción». También es bastante audaz, mostrado muchas veces tanto en el manga como en el juego, sin temer insultar o ignorar a los supuestamente poderosos.
Venti disfruta deambular por Mondstadt tocando canciones para su gente, la mayoría de los cuales desconocen su verdadera identidad como el Arconte Anemo. Es muy querido por su talento musical, habiendo ganado tres veces el título de «El bardo más popular de Mondstadt». Venti también es un ávido bebedor de bebidas alcohólicas, como el Vino de Diente de León y tiene una alta tolerancia al alcohol. También está bien con la sidra de manzana. Sin embargo, para su desdén, la forma que adopta hace que la mayoría de los bartenders lo vean como un menor de edad, pero él evita esto diciéndole a la gente que le traigan bebidas a cambio de sus actuaciones. Por razones desconocidas, es mortalmente alérgico a los gatos y no actuará a menos que esté seguro de que no hay ninguno cerca.
También disfruta de las manzanas, considerándolas el fruto de los dioses, y en broma afirma que se negaría a ir a Celestia incluso si lo invitaran porque sus manzanas son insípidas y el agua fétida, lo que haría mala sidra. No le gusta el queso derretido, afirmando que es un desastre maloliente, pegajoso y viscoso.
A pesar de su personalidad ingenua como Venti, el propio Arconte Anemo lo nombra como una parte totalmente diferente de el mismo: «¡Eso es todo por las advertencias del Arconte Anemo! ¡Regreso al tiempo de Venti!». Cuando Venti asume su personalidad como el Arconte del Viento, habla sabia y bastante filosóficamente, guiando al Viajero, como guió a Mondstadt en sus inicios.
Como bardo que acaba de mudarse a Mondstadt hace tan solo unos meses, los ingresos de Venti son mucho menores que los de otros bardos que han estado en Mondstadt durante mucho tiempo. Sin embargo, cada vez que gana suficiente Mora con sus actuaciones, va corriendo a las tabernas de la ciudad.
No obstante, como físicamente parece menor de edad, nunca puede comprar alcohol.
La primera vez que lo rechazaron, murmuró algo así:
«No había tales reglas la última vez que estuve aquí…». Cuando se dio cuenta de que esa regla se aplicaba a todas las tabernas de la ciudad, se le ocurrió algo…
Desarrolló la habilidad de beber en el trabajo, es decir, mientras actuaba. Instaba a su audiencia a comprarle una bebida si le gustaban sus actuaciones en lugar de darle Moras.
Esta habilidad única lo hizo bastante popular en Mondstadt.
Sin embargo, no podía evitar estornudar si un gato se le acercaba…
Si, por casualidad, estuviera sosteniendo una taza con los dientes en ese momento… Bueno, no hace falta decir el desastre que causaría.
Por lo tanto, Venti Siempre elige lugares lejos de los gatos cuando actúa.
Aun así, los gatos callejeros lo adoran.
Hay un gran roble en el centro de Levantaviento que se dice que brotó cuando Vennessa ascendió a los cielos hace milenios.
Durante los últimos meses, los viajeros que descansaban junto a los grandes árboles a veces escuchaban a un niño cantando las historias de Barbatos, el Arconte Anemo.
A diferencia de la mayoría de las deidades que gobiernan los reinos vecinos, Barbatos ha abandonado Mondstadt desde hace mucho tiempo. Lo que queda de él es solo una cara irreconocible en la Estatua de los Siete. Afortunadamente, sus obras pasadas aún permanecen en libros y epopeyas, cantadas y transmitidas por los bardos.
Lo que Venti canta sobre Barbatos son algunas travesuras y aventuras extrañas, como el robo del cetro del Dios Cryo y la devolución del palo de los Hilichurl…
Sin embargo, los que veneran a Barbatos no están contentos con tales blasfemias. Cuando se enfrenta a sus acusaciones, Venti siempre muestra una pizca de culpa al responder:
«¿Cómo sabes que eso no es verdad?»
Así es; ni las monjas más devotas sabrían lo que realmente ocurrió con Barbatos hace milenios. Solo Venti sabe que lo que canta bajo esa misteriosa sonrisa…
realmente es inventado.
Bueno, la culpa es del alcohol.
2600 años atrás, la Guerra de los Arcontes aún no había llegado a su fin, y el mundo aún no había quedado bajo el dominio de Los Siete.
En aquellos días, la ciudad llamada «Mondstadt» estaba rodeada por todos lados por vientos impenetrables incluso para las aves. El aullido incesante del viento molió la tierra y la roca de ese lugar y lo convirtió en polvo fino.
El Señor del Viento que vivía en su alta torre era Decarabian, Dios de la Tempestad. Miró desde lo alto a sus súbditos, que se inclinaron ante él en medio del viento incesante y, creyéndolos sumisos, pensó que era bueno.
En aquellos días, Venti no era más que un soplo de los mil vientos que rugían por las tierras del norte.
Quien posteriormente seria conocido como «Barbatos» no era más que un pequeño espíritu elemental, sin una pizca de dignidad divina, una brisa que traía pequeños cambios en el mejor de los casos, o pequeñas semillas de esperanza.
En la Mondstadt de antaño, Venti conoció a un joven que sabía tocar la lira y anhelaba escribir el poema más grande de todos.
«Deseo ver a los pájaros volar», dijo el joven, que nunca había visto el cielo azul, las águilas o la hierba verde, con una voz casi completamente ahogada por el viento.
«Amigo, ¿por qué no me acompañas?».
El ser elemental Venti obtuvo la pluma de un águila para el muchacho que vivía en una ciudad envuelta en tormentas y que nunca había visto un pájaro en su vida.
Entonces, estalló en Mondstadt la guerra por la libertad.
Con la pluma escondida en el bolsillo de su pecho, Venti observó la caída del excéntrico gobernante en medio la revuelta junto con su amigo.
El tirano creía que habia dado a sus súbditos una ciudad libre del frío, y creía que la gente lo había amado como él la amaba a ella.
Sin embargo, a pesar de la victoria, Venti nunca pudo darle esa pluma al muchacho, púes este había caído en la batalla al luchar por la poesía, los cielos y los pájaros, así como por las personas que, como él, habían vivido dentro del muro de tormentas.
Con el desmoronamiento del trono divino, nació un nuevo dios. Barbatos, el Arconte Anemo, sintió que el poder fluía en sí mismo.
La forma en que usó por primera vez ese poder fue para remodelar su propio cuerpo con el aspecto de ese muchacho.
Así lo hizo porque solo con una forma humana podría tocar la lira tan anhelada por el joven.
Al tocar sus cuerdas, el hielo y la nieve se extendieron por el mundo y las montañas se dividieron con un viento divino.
Hizo que Mondstadt se convirtiera en una ciudad libre, una nación sin rey.
Creía que en el futuro se convertiría en un lugar mejor.
«Seguramente, él también habría querido vivir en ese lugar».
Así, comenzó una nueva era para Mondstadt.
No todo en Mondstadt es obra del Arconte Anemo.
Ahora, te cantaré una canción de alabanza a la belleza:
Agradecemos al Viento del Oeste,
Por acariciar las flores de la florida primavera.
Pinzones, patos, conejos y jabalíes,
El renacimiento de Mondstadt les permite prosperar.
En verano, el león camina por las llanuras,
No hay más palabras de alabanza que las de esta canción.
El sudor en la frente hace que el vino se enfríe,
Y su melena como el sol calienta el ambiente.
Las bocas de las montañas y las gargantas mienten como caprichosos borrachos,
Pero al Viento del Este no le importa, pues él no camina, ¡sino que vuela!
Vuela a la altura de los árboles frutales,
Y con sus alas recoge las cosechas.
El Viento del Norte duerme en el silencioso bosque,
Mientras por él pasan los lobos.
Mas nadie los ha visto, pues el viento sabe que al hombre no le interesa el invierno.
Y el Arconte Anemo sabe que su sueño será un cálido ensueño.
Igual que el paso del tiempo, el viento nunca se detendrá.
El mérito de esta obra fue mía, por supuesto.
Ya que, sin los bardos, ¿quién difundiría las leyendas?
Tras 1,600 años, la «libertad» de Mondstadt tocó fondo.
Barbatos no quería convertirse en un tirano, por lo que huyó, mientras que aquellos a los que bendijo con la libertad acabaron siendo los tiranos.
La aristocracia gobernó Mondstadt con crueldad, esclavizó a la gente e ignoró los gritos de tos oprimidos.
1,600 años más tarde, el Arconte Anemo regresó a la Capital de la Libertad, donde escuchó los gritos de desesperación de la esclava Vennessa, con quien instigó la revuelta que derrocó a la aristocracia.
Al menos, esa es la historia oficial de Mondstadt.
Sin embargo, hay un inciso que hacer al respecto: quien unió a todo Mondstadt para rebelarse fue la heroína Vennessa, pero lo que hizo que muchos de los soldados decidieran cambiarse a su bando fue una «traición contra el viento».
Se descubrió que se había firmado secretamente un tratado que traicionaba a toda la ciudad.
La aristocracia había abandonado el viento y le había vendido Mondstadt al Arconte Geo de la nación vecina.
Al final del tratado, estaba grabada una insignia que nadie salvo la deidad que la creó podía imitar: el nombre de «Rex Lapis».
Los soldados que oprimieron a los esclavos se estremecieron al saber que ellos también iban a convertirse en esclavos en una tierra extranjera.
Las noticias del conflicto se extendieron como un gran incendio que consumía a la aristocracia. Fue muchos años después cuando los historiadores descubrieron que este tratado era falso.
Al parecer, Venti practicaba a veces el arte de la falsificación para gastarle bromas al Arconte Geo, pero nunca logró engañar al Patrón de la riqueza y los contratos. Sus habilidades nunca fueron de utilidad hasta varios cientos de años más tarde.
Qué feliz coincidencia.
Los Siete Arcontes no necesitan Visiones, pues ya cuentan con un gran poder.
Sin embargo, Barbatos amaba el mundo mortal y quería deambular por Mondstadt más libremente como «Venti», por lo que creó un adorno de vidrio muy parecido a las Visiones que usaban los elegidos por los dioses.
La imitación no tiene habilidades especiales, ni Venti depende de ella para canalizar su poder elemental.
Sin embargo, dado que Venti no lleva consigo a Der Himmel, la Lira Sagrada, y como era demasiado perezoso para cargar con una lira normal, le dio a su Visión falsa la capacidad de convertirse en la lira de madera «Fehling».