Los herederos del clan Kamisato, uno de los tres clanes más respetados y prestigiosos de la Ciudad de Inazuma, son una pareja de hermanos.
El hermano mayor, Ayato, es el cabeza del clan y se encarga de los asuntos de gobierno, mientras que su hermana menor, la princesa Ayaka, se encarga de los asuntos internos y externos.
Ayaka aparece a menudo en ocasiones sociales para interactuar con la gente común. Por eso, ella, muy conocida por el pueblo, se ha ganado una mejor reputación que su hermano mayor, lo que le ha valido el elegante título de “Princesa Garza”.
Como todo el mundo sabe, Ayaka, la hija de la familia Kamisato, es una persona muy admirada por el pueblo debido a su belleza, su elegancia y su noble carácter.
Ayaka es una chica de estatura ligeramente inferior a la media. Mantiene su largo cabello azul blanco atado en una coleta alta con un tocado blindado. Su flequillo es de corte recto, con dos mechones frontales de su cabello a los lados separados por nudos de flores rosas de 3 pétalos. Sus ojos de color gris azulado claro están acompañados de pestañas gruesas y un lunar debajo de su ojo izquierdo.
Viste una falda plateada azul real con una variedad de patrones hasta las rodillas, con detalles en oro y pequeños patrones de flores blancas. Tiene una coraza negra con un escudo dorado en el centro y placas de armadura a juego en los lados de su falda. Debajo de su peto hay una camisa holgada hasta los codos con degradados de azul a blanco. Sus puños y cuello en la parte superior son azul marino con una variedad de rayas doradas. Lleva mangas negras debajo de la camisa suelta que se cuelga sobre sus dedos medios y cubre ambos pulgares. Encima de sus mangas negras hay enchapados blindados blancos forrados con metal dorado, unidos por nudos rojos.
En la parte posterior de su atuendo hay un gran lazo morado, atado por su Visión y otro nudo de flores rosadas. La mitad inferior de las cintas se oscurece con marcas doradas aparentemente nativas de su tierra natal.
Lleva sandalias geta negras con calcetines blancos hasta los tobillos decorados con lazos rosas en la parte posterior. Como accesorio, lleva un abanico dorado-azul marino a juego con su falda.
Ayaka es una chica de buen corazón con un temperamento agradable que trata a los demás con cortesía y cortesía. Ella aprecia a la gente de Inazuma en su corazón y, a menudo, hace todo lo posible para ayudarlos personalmente en todo tipo de asuntos. Ella es una perfeccionista con una personalidad seria. La gente a menudo se conmueve por su dedicación, y sus allegados le otorgaron el título honorífico de «Princesa Garza». La gente del barrio siempre habla de ella con sincera admiración.
Ella es muy querida y muy popular de Inazuma, pero no tiene buenas habilidades sociables para hacer amistad con nadie. La gente de su ciudad natal quiere acercarse y hacerse amiga de ella, pero lamentablemente piensan demasiado que no encajarían en la presencia elegante de Ayaka y que su conversación no iría bien.
Gracias a la influencia de la excelente educación de Ayaka, su corazón es tan puro como el hielo cristalizado. Al igual que los espléndidos colores reflejados cuando los cristales de hielo giran en el aire invernal, así es el espíritu de Ayaka. Ella no solo posee una gran belleza exterior y un comportamiento elegante, sino que también, que no es conocido por muchos, tiene un lado tierno y lindo.
Pero si desea capturar un corazón que cuelga en lo alto del cielo, debe tener la capacidad de trepar por las nubes. En otras palabras, Ayaka está ansiosa por asociarse con personas capaces de lograr grandes hazañas; a sus ojos, las amistades las dicta el destino, de la misma manera que estaba destinada a blandir su espada cubierta de escarcha.
En Inazuma, todos los asuntos de estado que no dependen de la Shogun Raiden son administrados en gran medida por el Consejo Triarcal.
Los poderes ejecutivos de este organismo se dividen, a su vez, entre tres grupos conocidos como el “Triunvirato”: la Comisión Yashiro, la Comisión Tenryou y la Comisión Kanjou.
Los tres clanes que tienen poder sobre estas Comisiones son el clan Kamisato, el Kujou y el Hiiragi. Estos tres grandes clanes son conocidos en toda Inazuma.
Kamisato Ayaka es la hija del clan Kamisato de la Comisión Yashiro, y es conocida como la Princesa Garza.
En cuanto al porqué de tal apodo, cada persona de Inazumana tiene su propia explicación.
“La señorita Ayaka es tan grácil y pura como una garza. No hay más que ver su elegancia y su inteligente y correcta forma de hablar. ¿Cómo alguien así no iba a ser nombrada princesa?”.
“La señorita Ayaka puede haber nacido en una familia noble, pero es elegante y educada con nosotros. Es amable, leal y está dispuesta a ayudar a los demás. Es más, incluso acogió a ese plebeyo, Thoma, en contra de la opinión de algunas personas”.
Hay tantas opiniones como personas, pero nadie es capaz de decir de dónde surgió realmente el apodo de “Princesa Garza”.
Como hija del clan Kamisato de la Comisión Yashiro, Ayaka tiene que estar siempre alerta a las luchas de poder entre las familias nobles.
Al ser joven y famosa en todo el país, ha sido el blanco inevitable de las provocaciones de otros vástagos nobles que han sentido celos de los hermanos Kamisato.
Crear y mantener una imagen pública puede ser una formalidad, pero para una familia de prestigio como el clan Kamisato, incluso el protocolo que menos sentido parece tener, en realidad, tiene un significado social.
No participar en la enmarañada red de relaciones políticas de Inazuma pone en riesgo su posición al frente de la Comisión Yashiro. Por ello, los dos hermanos llegaron a un acuerdo: el hermano mayor, Ayato, que prefiere no aparecer en público, se ocuparía de los asuntos del gobierno, mientras que la responsabilidad de mantener la imagen del clan recaería sobre su hermana menor, Ayaka, elegante y socialmente más hábil.
Tanto al negociar con posibles socios como al interactuar con nobles de difícil trato, sus acciones siempre están bien fundamentadas y son irreprochables.
Los asuntos internos del clan también están a su cargo. De hecho, si no fuera por ella, hace mucho tiempo que la Hacienda Kamisato se habría sumido en el caos.
Una tarde de otoño, Ayaka se dirigía a su casa tras haberse encargado de unos asuntos sin mucha importancia cuando, por casualidad, escuchó el canto de una anciana voz procedente de una vieja casa.
En el interior había una anciana ciega que, al tocar las cuerdas de su instrumento con sus finos dedos, producía una música parecida al fluir del agua.
Quizás se debiera a su agudo oído, pero la anciana oyó los pasos de Ayaka y preguntó quién estaba ahí fuera. Sin querer molestarla, Ayaka le contestó que era una residente cercana que se había perdido y que había llegado hasta allí.
Como miembro de la Comisión Yashiro, Ayaka estaba bien familiarizada con la gente, por lo que rápidamente reconoció a la solitaria anciana y supo que era la misma persona que se dedicaba a la venta ambulante en las calles de la ciudad cuando hacía buen tiempo.
Tanto la melodía como la canción que tocaba eran bastante anticuadas. Hacía tiempo que la ciega anciana no estaba a la altura de los tiempos. Incluso en la nación que ansía la eternidad hay gente cuya vida es muy dura.
Ocultando su verdadera identidad, la bondadosa Ayaka charló durante un buen rato con la anciana, quien la tomó por una joven normal y corriente, le habló de cómo hacer y tocar una cítara, e incluso le dio unas hojas de té que tenía guardadas.
Comparadas con las exquisitas hojas de las que disponía el clan Kamisato, estas, más toscas, bien podrían haber sido simple hierba, pero Ayaka las aceptó y le dio su más sincero agradecimiento.
Ese día, pensó muchas veces en sus padres. De haber seguido vivos, ¿habrían envejecido así? Al volver a casa, habló con su hermano sobre su encuentro con aquella señora mientras probaban el rústico té que le había regalado.
Después de aquello, Ayaka comenzó a visitar a la anciana con frecuencia, siempre haciéndose pasar por una persona que vivía cerca de allí, y cada vez que iba le llevaba algunas cosas de primera necesidad, algo tan apreciado por la gente común.
“Los cerezos de las calles han vuelto a florecer” —le dijo Ayaka a la anciana con una sonrisa— “y son tan hermosos como su música”.
La gente cree que los gastos de la nobleza están muy por encima de los de la gente común. Por tanto, alguien tan noble como Kamisato Ayaka también debe de llevar una vida llena de lujos y caprichos.
Sin embargo, esta afirmación es correcta a medias.
Ayaka vive de una manera mucho más particular que cualquier ciudadano común.
Estudiar el arte de los arreglos florales y la ceremonia del té, probar tés exquisitos y disfrutar a diario de flores exóticas no conllevan gastos pequeños. Sin embargo, todas estas son habilidades que, como joven dama de una casa noble, debe dominar, y que no pueden considerarse un capricho.
En cambio, las cosas que realmente hacen sonreír a Ayaka son, en realidad, cosas normales de las que incluso la gente común puede disfrutar.
En esos momentos, no es la adorada Princesa Garza, ni la señorita Ayaka, dueña de la gran Hacienda Kamisato. Es simplemente Ayaka, una chica como cualquier otra.
Ahí es cuando deja a un lado su imagen y encarna su verdadera forma de ser. Solo siendo Ayaka puede dejar de lado sus responsabilidades y hacer lo que hacen las demás chicas.
Cuando tiene hambre por la noche, se esconde de sus sirvientes y se cuela en la cocina para preparar un poco de arroz bañado en té mientras tararea una cancioncilla. En sus clases de la ceremonia del té, se escapa sin que la vean para predecir su fortuna en el amor mediante el método de adivinación de las hojas de té… Y muchas otras cosas más.
Aunque nunca se lo ha dicho a nadie, Ayaka valora más que nada el tiempo que pasa como chica normal, ya que rara vez tiene un momento de libertad.
Los tutores que enseñan diversas habilidades a Ayaka solían decir: “Ya sea en la ceremonia del té, en el ajedrez, en el arte de la espada o en todos los demás asuntos que implican elegancia, Ayaka ya es una maestra”.
Es evidente que ya es una joven noble y magnífica, hábil tanto con la pluma como con la espada, lo cual llena a sus tutores de orgullo.
Sin embargo, Ayaka siempre piensa en si realmente no se arrepiente de todo ello.
La esencia del té es la paz y la tranquilidad.
La de la espada es su afilada hoja.
Y la del ajedrez es la sabiduría de analizar todo lo que ocurre.
Ayaka lleva mucho tiempo esperando tener un amigo que pueda caminar junto a ella en igualdad de condiciones.
Pero esa persona no debe verla como un miembro de la Comisión Yashiro o como la Princesa Garza, y no deberá tratarla bien debido a su elegancia o su estatus. Además, si es posible, también debería estar bien versado en muchos campos de estudio y haber sido testigo de todo tipo de cosas interesantes… Y tal vez también tendría que ser capaz de contarle una historia cuando fuera necesario.
Solo una persona así podría convertirse en amigo íntimo de Ayaka.
“No creo que todo eso sea mucho pedir, pero… ¿dónde podría encontrar a una persona así?”
“Ven, ven, ven”
“¡A las temari jugamos!”
“1, 2, 3”
“Las temari suben al Cerezo Sagrado”
“4, 5, 6”
“¡A la Montaña Yougou han volado!”
“7, 8, 9”
“¡Y ahora han vuelto a mis manos!”
“¡Sí! ¡A las manos de la pequeña Ayaka!”
Esta era la canción infantil favorita de Ayaka cuando era pequeña.
En aquel entonces, le puso a su temari favorita multicolor el nombre de “Moriwakamaru”, y jugaba con ella mientras tarareaba esta misma canción.
Al escuchar la canción, sus padres y su hermano no podían evitar sonreír. De hecho, incluso se unían a la diversión y se lanzaban la temari los unos a los otros.
Pero eso fue hace mucho tiempo y Ayaka ya no juega a las temari.
Se ha convertido en una persona independiente y responsable, por lo que tuvo que guardar en su armario a Moriwakamaru, el símbolo de su infancia y la portadora de sus más bellos recuerdos.
Hace algunos años, el clan sufrió un gran cambio y una pesada carga cayó sobre los hombros de Ayato. En aquel momento, Ayaka no era tan madura y hábil como es ahora.
Era una niña juguetona que no sabía nada sobre las responsabilidades familiares y, por lo tanto, carecía de las habilidades y la experiencia necesarias para tratar con distintos tipos de personas.
Pero al ver a su madre enferma y a su hermano trabajando tan duro, Ayaka sintió que ya era hora de madurar.
Así pues, decidió retomar el arte de la espada y la poesía, dos cosas que había abandonado hace tiempo pese a ser elementos básicos de la nobleza. Si conseguía dominar estas dos destrezas, al menos podría hacer el papel de hija del clan Kamisato y, así, ayudar a su hermano a asistir a los festivales para aliviar un poco su carga de trabajo.
A decir verdad, Ayaka no tenía un talento sobrenatural y se preocupaba demasiado por no ser capaz de memorizar poesía, por no escribir de manera suficientemente elegante o por no dominar el arte de la espada.
Sin embargo, era muy tenaz y, cuando no conseguía memorizar un poema, lo leía cincuenta veces. Cuando no escribía bien una palabra, la volvía a escribir cincuenta veces más. Y cuando no conseguía aprender una técnica de espada, la practicaba otras cincuenta veces más.
“Nadie puede esquivar un golpe que se ha practicado mil veces”, le dijo una vez su madre.
Cuando esta abandonó este mundo, Ayaka dejó de ser la “pequeña Ayaka” y se convirtió en Kamisato Ayaka, la hija del clan Kamisato, uno de los tres grandes clanes predilectos de la Shogun.
Así, el entrenamiento con la espada se convirtió en parte de su vida diaria, algo que sigue siendo así incluso en la actualidad.
Un día, Ayaka por fin logró derrotar a un oponente de un solo golpe. Ella estaba en el centro del gimnasio en el que entrenaba y, en ese instante, unas flores heladas surgieron a su alrededor. Entonces, pudo contemplar una glacial y brillante Visión colgando de la punta de su espada.
Efectivamente, nadie puede esquivar un golpe que se ha practicado mil veces, e incluso los dioses pueden llegar a conmoverse por tal hazaña.